Tengo
la misma sed que el primer día,
esa pretensión
de substancia infinita.
Y, sin
tregua, el momento de nervios.
Nada
ha mermado, salvo el tiempo y el agua.
El
tiempo con su algo siempre indecente,
y el
agua, clara y humilde que pasa
bañando
los sueños que queremos soñar.
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