Dos figuras,
sus ojos y su boca,
y un yo
primitivo y sorprendido.
El viento desnudo
a la distancia,
se detiene, candente
y sonoro,
entre pañuelos de
un diciembre
atestado de pequeñas
cosas
y luminosas terrazas
descaradas.
Simple contorno
de una vida ajena,
reflejada en un
espejo destinado
a ser solo sombra avergonzada
de palabras
lejanas que caminan
huyendo de un remordimiento
fugaz,
tocando tan solo
mínimos contornos
de lo que una
vez fue silencio brotando
de sus ojos y
su boca tan indiferentes
como ciertas
ventanas que nunca abren.