viernes, 31 de diciembre de 2010

Feliz 2011



“…el camino hacia la libertad y la felicidad no es sencillo. Bien sabemos que ninguno de nosotros puede lograr el éxito actuando en soledad. Por consiguiente, debemos actuar en conjunto, como un pueblo unido, para lograr la reconciliación nacional y la construcción de la nación, para alentar el nacimiento de un nuevo mundo…” (Nelson Mandela)

Que en 2011 podamos realizar algo de ese camino... con todos los deseos de felicidad y prosperidad personal.... desde el corazón...

martes, 21 de diciembre de 2010

Germinal

Azotado el individuo todo
por las furiosas hordas
de la total destrucción
en sus mínimos cimientos.
Conmovido por el destrozo,
sin que anide esperanza,
de posible vida nueva
después de la siega feroz
del engaño, el odio y el rencor,
reina por doquier la desazón.
Se pierde la serenidad,
aborreciendo lo ayer querido,
despreciando lo logrado,
deseando no haber nacido
para padecer lo no merecido.
Deseos de ruina y muerte
de lo propio y de lo ajeno
parecen solo conducir
posibles destinos nuevos.
En el mayor desamparo,
cuando ya no es posible
retornar a lo perdido,
páramos son las esperanzas
y las ilusiones cosa yerma.
Aquello sembrado otrora,
que desvaloradamente oculto
en el fondo de cieno perduró
comienza su germinar eterno
por sobre las tristes ruinas
en que nos convertimos.
De a poco y contradictorio
avanza en las tinieblas
alimentándose de lo fértil,
que perdura sin saberlo.
Nutriéndose de recuerdos
desperdigados en la nada,
hasta ser fuerte de nuevo
y revivir lo que ya creímos
por siempre había muerto.





Ilustración:  "Desesperación-Destrucción" Guillermo Tull
                  "Germinal, nacimiento del hombre libre" Cindy Millet

sábado, 18 de diciembre de 2010

Pendón

El cosquilleo es el pendón

Que tu lengua dejó

En mi oreja, como pabellón.



Brindis

Calina la tarde,
se viste de nubes
al llegar el ocaso.
Breve la espera,
ansiado el encuentro,
extenso el periplo
para llegar al brindis.
El vino escarlata
se bebe tus labios,
me roba el beso,
extasía el deseo.
La lluvia acaricia.
Mi nuca encantada
se deja jugar
por picaros dedos.

Se cierra la noche
en el cerco del lecho.
Los cuerpos se ligan,
se enredan, retuercen.
Solo se habla la lengua,
del roce perpetuo.
Lo demás apenas es coro
de suspiros y besos.
El amor, jinete afanoso,
con la carne, brioso copula.
Extenuado, indolente,
después se descansa
preñando el afán,
con acertado mimo.
Se explaya el sopor
por tu espalda desnuda,
mis brazos se guardan
cobijando tus pechos.
Así hasta el alba
se duerme el anhelo.
Y despierto ya el día,
tu piel se lleva mi piel
por cierto camino.
Se azuza el fuego,
reavivan cenizas
en nuevos jadeos,
mostrando que aun
se encuentra vivo
el rojo del vino.










jueves, 16 de diciembre de 2010

Tonalidad

Lujurioso gualdo
Se esparció en la tela,
llevado por mano
suave de mujer,
sentando el fondo
de la dominante escena.


Abarcativo zarco
hundió su huella
cual si una diosa,
en viva nochevela,
poseerlo quisiera;
y, en un tinte nuevo
transmutarlo todo..


Engendrado glauco
predomina el cuadro
sobre la dorada base
en la que apenas
el azur asoma
coronando lumbres.


Tal vez sea un secreto
y antiguo arcano
la cifra que se esconde
de la pequeña ave
que los ojos no divisan
mas adivina el alma.


Con esmero, orla el ámbar
La trova silente,
Punto central de la escena,
Presagiando que,
sólo en el silencio,
cantará la voz del alma.


Ilustración: "Sólo en el silencio,
cantará la voz del alma"- Delia Goldadler Joison

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Ellos dos

Germinan palabras
dichas sin correspondencia
con los pensamientos
que anhelan brotar otras.
Se esfuerza la mente
por controlar el gesto,
evitando que se traicione,
en el rostro el deseo.
Se dominan las manos
entrelazadas a si mismas
para no buscar el roce
de la tan cercana piel.
Pero inevitable y libre
la mirada no cesa
de seguir los labios
de gesto sensual.
Interminables momentos
buscando el instante,
la oportunidad correcta
de apreciar su roce.
Tal vez un descuido,
o una cuidada oferta,
permite que llegue
la caricia primera.
Y como si esta fuera
de la pasión la puerta
ellos dos se dejan
en la boca, devorar el alma.



Ilustración: "El Beso" - Gustav Klimt





Horas


Lo mejor de las horas

De la tardenoche de ayer

Me deja hoy, amanecer distinto.







domingo, 12 de diciembre de 2010

jueves, 9 de diciembre de 2010

Vaya suerte

Lo gris del día huele a cenizas,
gorriones y torcazas batallan,
casi hasta triunfar, contra la brisa.
Por olvidarme de beberlo
perdió su tibieza en el pocillo
el café con que desayuno.
Pasé la noche en vela,
maldormido salí al alba
camino a ningún lado.
Y lo malo es que llegué
justo cuando alzaste vuelo.
Vaya suerte la que hoy tengo.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Una sorpresa

No soy un hombre de sostenerme en supersticiones, mucho menos creo en las premoniciones y por supuesto que, como profundamente racional que me sostengo, niego tener poder alguno para oficiar de pitoniso y/u oráculo.


Tampoco soy hombre de fortuna, no es que viva al día, pero resulto medido en mis gastos y trato de adecuarme a mis ingresos.

Por esta razón, pero más principalmente porque el Banco me cobra gastos de mantenimiento cuando mi caja de ahorro permanece en cero, es que siempre acostumbro a dejar en ella una parte de lo que percibo y voy sacando a medida que necesito.

Y esa medida había llegado hoy por la mañana.

Ayer tarde tenía en mis bolsillo suficiente efectivo como para atravesar el feriado del ocho de diciembre, por lo que no se me ocurrió pasar por un cajero automático.

Pero entrada la noche, recibí la noticia de que una persona amiga se encontraba por aquí y decidimos ir a cenar como comienzo de una agradable noche y de un reencontrarnos.

La cena fue opípara, la noche agradable y el reencuentro prolongado y digno de ser guardado con discreción, pero mi efectivo se volatilizó, a punto tal que hube de restregar monedas para poder comprar los cigarrillos que resultan infaltables en mi persona.

Así las cosas, y no debiendo preocuparme por más gastos que hasta el mediodía de hoy, en las primeras horas del día me fui a dormir.

Algo mas tarde que de costumbre me desperté y comencé mi rutina diaria: baño, desayuno, encender la computadora, leer noticias, preparar algo de trabajo (hoy no debía salir de casa puesto que ayer todas mis faenas exteriores las había cumplido), y así transcurrí mi corta mañana, hasta que, doce y veinte, recordé que la efectividad de mis bolsillos estaba en cero y que debía concurrir al consabido cajero automático.

Pese a que a media cuadra de mi hogar tengo un cajero, por una cuestión de fidelidad (la única que me debe quedar), caminé tres cuadras hasta el cajero perteneciente al banco emisor de mi tarjeta.

Llegué hasta la mitad de cuadra de la Avda. La Pata al mil cuatrocientos, en la puerta una veintena de personas airadamente protestaba, costumbre muy habitual en los habitantes de esta urbe autodenominados porteños.

Frente a los cajeros automáticos un cartelito rezaba: “POR RAZONES AJENAS A ESTE BANCO LOS CAJEROS NO EXPENDEN DINERO”

Enojado con mi apego a la fidelidad bancaria, (y descreyendo de su utilidad) resolví volver sobre mis pasos y ejercer mi derecho a la infidelidad en el cajero que está a media cuadra de mi casa.

El mismo lucía radiante y pulcro, como siempre y desde su pantalla me decía: “CAJERO FUERA DE SERVICIO”

Recordé la existencia de un supermercado a cuadra y media y que en él había visto un cajero automático y hacia allí fui. Encontré cinco o seis personas frente al mismo que miraban absortas el cartelito de letras rojas FUERA DE SERVICIO, y todas comentaban un periplo más o menos semejante al mío.

Hice un cálculo mental de mis necesidades manducatorias para esos momentos, y me pareció mas prudente abandonar mi búsqueda de un expendedor automático de billetes, reemplazándola por el siempre a mano y bien querido minisuper chino de frente a mi vivienda.

Pese a los contratiempos pasados y las horas que se me habían ido en busca de efectivo, me dirigí contento hacia “los chinos”, como familiarmente se les dice en el barrio.

La razón de mi alegría, en parte se debía a que estos comerciantes orientales aceptan tarjetas de crédito y de débito, pero más que nada, porque quien sabe atender la caja las más de las veces, es una de las mujeres más hermosas que he visto en mi vida y con una simpatía desbordante.

Alta, de cabellos negros, piernas largas, con un pequeño dragón alado tatuado en su pantorrilla, siempre sonriente y de nombre irrecordable e impronunciable, (pese a que se lo he preguntado mil veces) es la única persona en la tierra a quien le entrego mi dinero con verdadero placer.

Pero esta vez, todas las ponderaciones que acabo de referir de ella, se troncaron en un seco: “TARJETA HOY NO. NO ANDA BANCO” (esto castellanizado de la mejor manera que puedo)-

Siendo como soy, un cliente casi habitual, traté de explicarle que había tenido problemas en retirar dinero del banco, y que no disponía de efectivo, haciendo uso y abuso de mi mejor sonrisa, le pedí que me dejara llevar la mercadería que había sobre la caja, que lo anotara y que por la tarde, en cuanto solucionara el problema del banco, le abonaría.

“TARJETA NO, PLATA NO, MERCADERIA NO” fue toda la respuesta que pude obtener.

Hundí mi humillación y vergüenza en el mas profundo de mis desencantos, aborrecí la terquedad del pequeño dragón alado de la pantorrilla de la belleza china y caminando de regreso a mi hogar iba tratando de dilucidar si, me resignaba a continuar mi ayuno hasta mas tarde o reemprendía el periplo en busca de efectivo en algún cajero que estuviese dispuesto a brindármelo.

Dado el calor de las primeras horas de la tarde, opté por lo primero y al acercarme al edificio en que vivo, veo a Serafín, el encargado, que junto a otra persona se encontraban arreglando la cámara de seguridad, - “se rompió la computadora” – me dijo a modo de saludo.

El ascensor se encontraba fuera de servicio por la misma razón y el portón de la cochera solo funcionaba manualmente por circunstancias análogas.

Fue allí cuando recordé algo que había escrito en alguna noche trasnochada: “Poderoso Caballero”, algo que por allí aún navega en Internet y que puede ser apreciado o depreciado si alguno se logra conectar.

En ese trabajo intentaba narrar las peripecias de un mundo en que los chips, los byte y toda cuestión ligada a la informática se declaraba en huelga independientemente de la voluntad de los hombres, y como, en pocos días todo era un caos.

Temiendo que esa historia se estuviese tornando real, decidí apurar mis pasos hacia algún cajero automático que funcionara, quise cruzar la avenida La Plata en dirección al centro, pero el semáforo no funcionaba y los automóviles comenzaban a ejercer su derecho de prioridad sobre cualquier peatón.

Extrañamente recordé que durante todo este tiempo no había escuchado el vuelo de ningún avión, quise saber la hora, y mi reloj digital había dejado de funcionar.

Fue entonces cuando me senté en un banco de la plazoleta que está en Rivadavia y Avda. La Plata y comencé a garabatear estas notas en la libreta que siempre llevo conmigo, para no olvidar lo ocurrido, si alguna vez tenía la oportunidad de pasarlo a mis archivos.

Estaba ya casi convencido de la huelga de byte y de que mi escrito “Poderoso Caballero” había sido premonitorio, cuando escucho por la radio de un taxi que había estacionado cerca de la acera que había huelga de los distribuidores de dinero en los Cajeros Automáticos, que todo era cuestión de días hasta que se solucionara el conflicto.

Me alegré de volver a ser racional.

Frutal


Me dieron a elegir

Cerezas o frutillas.

Me quedé contigo.



Ilustración: "Bodegon con cerezas y frutillas" Louise Moillon

martes, 7 de diciembre de 2010

Enigma


Desnudé mis libertades
en el universo ilimitado
de la frontera de tus ojos.
Se abrieron profundidades,
en aquellos secretos lugares
que tus yemas exploraron.
Púdico, se tabicó el afuera,
para que solo nos quedara
un adentro muy nuestro.
La bochornosa tarde
apagó todas las lumbres,
menos una, que encendimos.
Se desencajaron los teléfonos,
para no trepidar el silencio
atronador en que nos acoplamos.
El intervalo se hizo eterno,
Innecesaria y vana espera
de continuos eventos sucesivos.
La noche sin luna fue enigma,
que en el jergón intenté develar
como un arcano no resuelto.
Por fin, ya cansado de no andar,
atisbando que nada cambiaría
le quité toda vida al aplique suicida.
Pase mi brazo por debajo
De la almohada que me sostenía,
Y contigo lejos, me confié a soñar.

Ilustración: "El enigma del deseo" S. Dalí

domingo, 5 de diciembre de 2010

Ultima mirada

Después de muchos años volví a verla.
Ya no era la misma. Es que, que como a mí, los años también le han pasado, y en su paso le fueron dejando huellas.
Estuve un largo rato frente a ella, tal vez… tal vez esperando que me reconociera… que guardara, en algún rincón de su memoria, algo de ese tiempo que compartimos.
Pero no. Ninguna señal en su frente me dio indicios que de mi tuviera evocación alguna. Resultaba evidente que, desde mi partida, el olvido había ido tejiendo telarañas que borraron mi presencia.
Entristecido, guardando aún una última esperanza, atisbé con esmero cada ángulo de su figura, (en mi retentiva estaban todos) con el oculto deseo de ver que mi paso en ella había dejado huellas.
Nada.
Mi adolescencia, pasada cada día juntos, no se prolongó en modo alguno hasta esos días.
La ví mas vieja, descuidada, casi como si hubiera caído en el total abandono, una inmensa pesadumbre me fue invadiendo, pensando que tal vez ella, viera frente a si, una imagen semejante a la que yo, melancólico, observaba.
Tampoco la calle en que estaba era la que antaño era. Todo aquello que mi recuerdo atesoraba se había mudado.
De pronto, sentí el impulso incontrolable de acercarme y volver a acariciarla con mis manos, sentir su roce, recostarme en ella, como en esas tardes en las que, recostada mi espada a su vera, dejaba vagar mi mente imaginando futuros que nos encontrarían juntos.
Pero no. Ya no era posible.
Ahora era ajena.
Respiré hondo, tratando de sacarme del pecho la desazón de encontrarla en otras manos, y aún en su dejadez, disfrutando de unas risas que mías no eran, y de algún modo me alegré por ella.
Caminé unos pasos y me volví a verla, la última mirada que de ella tengo, la que quiero borrar, para guardar la de mi adolescencia, esa que, cuarenta y tantos años atrás me llevé, el día que dejé mi casa paterna.



Migrante


Quieta y estática, se percibe
su silueta, dibujada en el trasluz,
de un portillo detenido en el tiempo.
Por manos, añosos sarmientos,
que culminan en ese bastón
sobre el que golpetea el dedo cordial.
La vitela de su rostro, hoy ya mustio,
guarda una envidiosa serenidad,
que lo sostiene por sobre este presente.
En el dúo de sus ojos, como gran fanal,
como fulgores, todavía se destacan,
picardías que solo son recuerdo.
Segada la sonrisa en los vallados labios,
apenas se percibe, insinuante,
por debajo del cano pelambre de su bozo.
Enteras y quietas tardes gasta,
en invocar idas vivencias
de su asturiana juventud.
Aún, la mar salobre le aroma,
Y “Campanines de mi aldea” le endulza
Triste, en su oído, la añoranza.
Descansa sus cansadas piernas
en esta plaza que hoy le deja
con migas de pan, engordar palomas.
En la dormitada somnolencia,
cada vez mas cerca de ella,
la so muyer de la mano le lleva.
Volver a Asturias una vez quiso,
retornar a la sidra y al carbón,
y nunca mas tierra asturiana pisó.
Constructor importante de este paisaje
Simboliza su figura señera
El añoso migrante que encarna.










sábado, 4 de diciembre de 2010

Si me vieras hoy

Si me vieras hoy,
que amaneció nublado,
zozobrando,
en un marasmo
de papelería vana.
Tratando de ordenar
ideas, que siguiendo
al sol que no amanece,
no alumbran una imagen,
que me justifique
el haber madrugado,
dejando, vacío el lecho
de todo amor posible.

Si me vieras hoy,
despojado de la inútil
corbata que me acompaña
como mi propia piel,
cada jornada semanal.
Así, vestido de hombre
harapientamente primitivo,
pero por sobre todas las cosas,
de ideas totalmente astroso.
Seguramente pensarías,
hasta llegar a convencerte,
que por fin has encontrado
la imagen del desbarajuste.

Si me vieras hoy,
con esta imagen que quiero
que de mi te lleves,
cerrarías, diligente,
cualquier posibilidad
de volver a verme.
Me quedaría para siempre
una sola gran tristeza,
porque, de tan solo ojearme
en un instante de la vida,
te habrías llevado
de una vez y para siempre
de mí, solo lo aparente.



viernes, 3 de diciembre de 2010

Viaje

Me anuncias que partes

Para llegar un día incierto.

Yo me quedo en el suplicio

De la fortuita espera.









Amalgama


No quiero perder la amalgama
Que me llevó a donde estoy
No quiero girar hacia ningún lado
Para evitar lo que me está guardado
No quiero que mis cinco sentidos
Dejen de vibrar con lo que percibo
Quiero lograr ser quien enhebre
La dicha en la presilla de la vida
Sin que derecha o izquierda
Me confundan los caminos
Ni atorado en la precipitación
Me pierda de tu destino.


Ilustración: "Amalgama" Ricardo Gonzalez -








miércoles, 1 de diciembre de 2010

Telefono

Calor rotundo
Y ganas
De no hacer.
Ni siquiera
Pensar.
Suena el teléfono.
Si fueras vos
La tarde
Cambiaría.
Ventanas
Entornadas,
Muy poca luz,
Alguna música,
Suave, tranquila,
Al fin y al cabo,
Es para no escuchar.
Allí otro calor
Inventaríamos.

Fisica

Estrechado en mi regazo

Tu cuerpo desmiente la física

No lo dilata el calor. Se abrevia.


Mujer

El sol traza luminosas rectas
Que se esconden tras edificaciones.
Circunvuelan húmedas palomas,
Simples notas de repetidas canciones.
Señoras de piernas imperfectas
Llenan los aires de aromas.
Esto es Buenos Aires al atardecer
Luego de fecundos chaparrones,
Charlas de negocios en un café,
Promesas de mutuas abdicaciones,
Y ganas de pinchar al mundo con un alfiler.
Es entonces que descubren mis ojos
La sombra de tu silueta orillando mi perfil.
La falda a media pierna, cabello corto
Lentes y sonrisa en un rostro infantil.
Todo el mundo mirándote absorto
Mientras a mi se me ocurre ser tus despojos.
Una mujer en una calle de una Buenos Aires
Que bribonea su cadera frente a mi
Yendo hacia ese lado donde no estoy,
Pero que lleva mis ansias tras de si.
Y la de otros muchos que van donde yo voy.
Arrastrados por ella y sus propios desaires.
Se la traga de un subte la boca,
Mientras la lluvia vuelve a cae.
No paran los taxis en este aguacero,
Esperar y esperar es lo que me toca.
Contento, me dejo en la acera llover.
Ella se fue, yo me quedo con su balanceo.