domingo, 22 de noviembre de 2020

Comienzo mi día

 La sábana me da los buenos días

enrollada entre mis piernas.

Un libro, equilibrando sobre una taza,

despereza sus hojas, apático,

soportando el monótono ronroneo

de un despertador que atrasa.

Se descorren telarañas de mis ojos

retrocediendo ante los fulgores

de mariposas conque el sol transita

su rutina de proletario asalariado.

Mutilado el descanso, desperezo mis huesos

y me someto al cuchillero frio del agua.

Al rato, con la estupidez ya despierta,

bebo café mientras la antigua neurona

estornuda las tareas que esperan.

La prisa, chorreando vocales, me lleva a la esquina.

Compro jazmines y comienzo mi día.



sábado, 21 de noviembre de 2020

En puntas de pie

 


Más lejos de donde había una vez,

cuando la realidad pendía en vaivén,

con disimulo, al borde de las raíces,

me puse en puntas de pie preguntando

si estaba bien quererte con prudencia.

Quiéreme de cualquier modo, más acá

o más allá de lo innombrable,

como un borrón y cuenta nueva,

total, eso no importa. El querer es pasajero,

quieto como un gato en la chimenea,

exaltado de identidad indócil,

una astilla sin escrúpulos ni razón alguna.

Se filtra por labios semiabiertos

jurando una eternidad de segundos,

y desaparece, ingobernable, por grietas

plenas de infinita estupidez.

Pero quiéreme antes del desgarro

y con la firmeza de un par de congojas,

ya habrá tiempo de pensar un burdo pretexto,

buscar los zapatos debajo de la cama,

y acercarse, milímetro a milímetro, a la puerta

que lleva hacia el fondo de la nada y el olvido.

lunes, 16 de noviembre de 2020

Sueños buenos

 La tarde escribe desvaríos

entre los errores de tu cuerpo,

traza zozobras en tu ombligo

y puntos suspensivos

en el espacio que dejan tus pechos.

Cincela, con tránsito lento,

una bifurcación entre tus muslos,

logrando que un frívolo temblor

llegue sin permiso, impetuoso,

como un respiro que sopla desde el alma.

La tarde y sus tiempos,

hondos e inciertos, te desnudan

de todas tus vergüenzas.

Abrís los ojos para ver las huellas

que sobre la piel dejaron sus dedos,

y descubres los jeroglíficos

que los deseos dibujaron en tus entrañas.

Pegajosos borrones de abandonos

se esparcen sobre esas otras ausencias

olvidadas en estas tardes secretas,

en las que el tiempo desmorona

la carne febril y los sueños buenos.



Habitante

 



Una lágrima cree ser mi habitante.

No es más que una visita alojada,

un poco a las apuradas, en el umbral

de una víspera que ya ha pasado.