domingo, 31 de julio de 2016

Una sonrisa y una flor

Descalzas, avanzan una sonrisa y una flor,
Tal vez se hayan extraviado buscándote.
Quizás sean semilla de algo que va a brotar.
Permíteme ser en ti quien de verdad soy,
un exquisito pecado sólo para tus noches,
un perfume embriagador y contemplativo,
incrédulo sendero de un pasado lejano.
Estrella danzando en un bosque húmedo,
susurro de voces que llega besando el aire,
el final del que nace un nuevo principio.
Fragilidad encarnada en el cuerpo de un hombre,
algo en que poder creer y soñar siempre,
un mundo de papel atiborrado de letras
que engarzadas en tinta, dibujan tu nombre.


Borde ausente


Te hubiera querido amanecer,
vagabundear en tu semblante
como el primer rayo del sol,
esconderme lento en tu boca
como la postrer estrella nocturna,
iluminar acompasado tus senos
encendiendo el paisaje de tu piel.
Detenerme contemplativo en tu mediodía,
saciando mi hambre con tu sabores
reposar la hora sexta en tu vientre
recobrándome, para volver a ser
explorador de tus mágicos momentos.
Me hubiera querido anochecer
en la inolvidable intimidad de tus prodigios,
cerrar los ojos en la lluvia de tus caricias
para dormirme en el placer que brindan
los cándidos juegos de tu regazo.
Me hubiera gustado todo eso y más.
Mucho más, pero me quedé en el borde ausente
de lo que pudo ser nuestra vida.

sábado, 30 de julio de 2016

Los mismos días

La noche quema las horas con reiteración,
el viernes transcurre lento como una resaca.
Sempiterna la monotonía se instala por la casa.
Dos extraños deambulan entre cuatro paredes.
Amarilla, la indiferencia habita las penumbras,
benévolas ausencias se ocultan en algún lugar.
Podría ser la historia de un adiós que no se dijo
o la clandestinidad de la costumbre ya instalada,
pero solo es lo que queda de algo hermoso
perdido en la anarquía de todos los mismos días.


viernes, 29 de julio de 2016

Escepticismo


Ahora nadie más amanece
entre caracolas y mariposas,
poblados de acústicos brebajes
todos vienen ya amanecidos.
Duermen a la luna de reojo,
el descanso es un habitual delirio,
el cielo y el infierno son excesos.
Ya no existe la contemplación del alba,
ni las musas que traen las gotas de rocío.
La vida inversa es una triste esquina
entregada a la captura de la nada.
Todo es posible, aun la muerte prematura,
en esas horas aplanadas de canjes impensados.
Locura, ira, decadencia y desenfreno
en la búsqueda de un cambio que no cambia.
Seres irascibles de escasa convicción
forjan sórdidas quimeras de locura.
El hombre lobo del hombre es el único hacedor
de sus propios lamentos.

Ilustración: "Melancolía" - Edvard Munch

Telaraña de la pena

Me pesan las ausencias de ti,
esos abismos donde cada día
me atrapa la telaraña de la pena.
Harto de saberte lejana y ajena
quisiera deshacer el maleficio
de este tenerme en esta espera,
en esta desértica indiferencia
en la que no se si sobreviviré
a los despojos de una noche más,
donde lo agrio  y lo amargo viven
en ese destierro al que me condenas.


martes, 26 de julio de 2016

De papel mache



Lloré una pequeña parte de mí,
caos desechable que escondía
en el fondo, detrás del espejo.
Pequeños seres de papel maché
ensamblados por hilos de plata.
Simples cosas que ahora decidieron
que ya es tiempo de estar solas.

Cóncavos recipientes

Uno vuelve envuelto
en el viento del tiempo,
busca lo último
que queda de sus raíces,
y resulta que solo queda
un silencio prolongado
en los cóncavos recipientes
en que se guardan las historias.


lunes, 25 de julio de 2016

Edén del guerrero


Hay un  valle que siempre fue Edén del guerrero,
allí se cobija, a veces clandestino, a descansar
se abriga bajo en la calidez que él emana,
buscando reponer el aire gastado en batallas.
Esperando recobrar bríos para iniciar nuevas luchas,
se mantiene en duermevela atento al menor atisbo
de un nueva causa que le exija pronta actividad.
Puro y verdadero guerrero de estirpe heroica,
no ha de rehuir a nuevas lides ni se mantendrá apagado
si la hendidura, loca de relámpagos, se enciende
cual candela repentina y le ruega que muestre la belleza
de disfrutar la divinidad del rayo en todo su esplendor.

Inevitablemente

Mis pensamientos se enmarañan,
y vacían las respuestas que no doy.
Debo desocuparme de ideas oscuras,
salir adelante de lo que es confuso.
Sentir que lo inconveniente es breve.
Pero como hacerlo si siempre pienso
De una forma u otra inevitablemente en ti.


domingo, 24 de julio de 2016

Tarde comprendí


Te até a mi destino con libertades,
cerré tus caminos con horizontes,
clausuré tus deseos con autonomía.
Trabe tu existencia con independencia,
junté nuestras vidas con albedríos,
sujeté tu cuerpo con cielos libres.
Inmovilicé tu voluntad con solturas,
afiancé tus puertas sin candados,
dejé ser libre a tu propio desapego.
Subordiné tu afecto a la confianza,
construí tu cárcel con naipes cristalinos,
llamé a todo simplemente amor.
Y tarde comprendí que finalmente
solo se construye siendo dos.

El roble


Ataquemos a los demonios camarada,
¿Qué estamos esperando para caminar
aunque de cardos nos toque el camino?
Ya sé que hoy cuesta creer y crecer,
y que un mar de agua salada la sed no quita,
pero no todo es cuestión de observar y callar.
Debemos arar la tierra que albergue la semilla,
si no plantas la bellota, el roble nunca crece.
La realidad es una necesidad de libertades
hagamos algo, la necesidad no puede esperar.


Cuando



Cuando ya no importe el vértigo
y  al borde del infinito acompañemos
el arte de vivir las cercanías.
Cuando las maravillas no sean solo
panoramas que nos muestra internet
y las amistades estén dando vueltas
en la puerta de nuestras casas
y no en el ventanuco del ordenador.
Cuando volvamos a sentir en nuestras manos
el calor de otras manos
y no solo el roce de un teclado o un ratón.
Cuando las conciencias sean carne y sean huesos
y no constelaciones de bytes en algún lado.
Cuando los cañones duerman y los besos suenen.
Cuando el erotismo se disfrute en una cama
y no solo mirando pornografía.
Cuando dejemos de ser navegantes solitarios
pasando horas frente a un monitor.
Cuando el encuentro sea piel con piel.
Cuando vayamos por las calles tomados de la mano
y no dependamos de un insulso “me gusta”,
tal vez entonces, recuperemos algo de lo humano
y juguemos a vivir al aire libre,
nos conozcamos por nombres y apellidos
y vuelva a cobrar sentido el existir más allá de un mero Nick.

sábado, 23 de julio de 2016

Burbuja de olvidos

Envuelto en una burbuja de olvidos,
abrazado por unas alas de mentiras,
congelando el tiempo entre cenizas,
ignorado por la voluntad transeúnte,
en el borde de una carretera azul,
jugando a ser un hombre sin apodos,
una deidad saturada de humo y hambre,
yacente en un lugar lejano y solitario,
de su interior proyectando sombras,
sintiendo el abstracto frío del abandono
en la transparencia de las miradas
que perturbadas se niegan a verlo.
Solo, distante e impedido de volar,
deja morir la esperanza en una sinfonía.
Anuda música y poesía de su pasado
y alarga la torpeza de ser solo algo en la calle.


viernes, 22 de julio de 2016

Defensa propia


Lo despierta una salva de caricias
atronando de pasión a los sentidos
enredándolo en un difícil acertijo
¿Está despierto o solo es un sueño?
La duda fue solo de un momento,
suaves sonidos siguieron al reclamo
con efusivas rutinas de maravillas.
Imperceptibles, en la oscuridad,
cinco espadas acosaron al vigía
exigiendo que, con su mejor talante,
continuara el juego que se le proponía.
Presto acudió donde priman los delirios
a salvar su honor en defensa propia.

Tan ella

Abrí la puerta y allí estaban esos ojos,
inconmensurablemente dulces.
Y detrás de los ojos ella, o mejor dicho
lo que de ella asomaba bajo tostados rulos,
pequeños cilindros que iban de la frente
hasta la inocente y caprichosa sonrisa.
Corría trastabillando por debajo de sábanas,
fundas, camisas, pantalones y el resto
de ropa colgada. Tan pequeña,
tan blanca y tan inquieta, tan ella y tan mía.


Paisaje


Describir un cuerpo es narrar un paisaje
que se mueve o se detiene palpitante.
El cuerpo mismo es la voz, el sonido,
como un follaje revelándose lentamente.
Solo hay que adivinar el perfume que emana
para descubrir la poesía sin fin que brinda
la verdadera fuente de placer que se esconde
en la plenitud que nos brinda el cuerpo.

jueves, 21 de julio de 2016

Cementerio de bolígrafos

En el cajón izquierdo de mi escritorio habita un cementerio de bolígrafos.

Hace mucho tiempo ya que no he vuelto a arrojarlos allí. Ya no se usan, al menos yo no lo hago, me ganó la tecnología, el ordenador y el celular que no solo es teléfono, sino también agenda, máquina fotográfica, blog de notas y otras mil cosas que no entiendo ni uso.

Algunos bolígrafos (biromes para mi país), al igual que el caudal de un río han dejado fluir sus tintas decorando con rojos, azules, negros y verdes la madera del viejo cajón y también hay muchos otros que aun aprisionan sus tintas para sí.

No me he puesto a contarlos, puede haber docenas, centenas o millares, ya no recuerdo cuando arrojé el primero, por si alguna vez lo necesitaba.

Bien mirado, el cajón parece ser un debate entre los que tienen y no tienen, entre los que explotaron con intención mucho más elaborada que no puedo ni alcanzo a comprender y los que se quedaron quietos esperando, esperando, esperando no se qué cosas, que papeles, allí, en ese cementerio de bolígrafos.

Algunos aún conservan inscripciones, propagandas o sus marcas de fábrica, otros ya ni eso tienen, o si lo tienen lo han ocultado bajo polvo o tintas. Están desordenados, amontonados, entremezclados sin ningún orden, abigarrados por extraños factores desencadenantes. Tal vez el solo abrir y cerrar del cajón, con el tiempo, les fue dando ese inentendible orden desordenado.

Como sea que fuere la cosa, hoy, exactamente hoy, necesitaba un bolígrafo y lo único que tenía era esa necrópolis entintada, desordenada  y polvorienta, cuando atiné a tomar uno, al azar, cualquiera, esperando que funcionara, sentí que estaba izando el cuerpo de alguien que había abandonado, de alguien que en su momento, me acompaño escribiendo, no sé, tal vez un número de teléfono, una dirección, una palabra o una simple carta en esos tiempos en que todavía el papel se usaba y los bolígrafos reinaban.

Protestando porque mis dedos se enchastraron con varios colores de esa pegajosa tinta miré por la ventana y allí abajo, nueve pisos por debajo de lo que mis ojos miraban, intrincados individuos deambulaban acomodándose unos a otros al azar en el cajón de una callejuela que los iba conteniendo sin dejarlos salir.

Estaban vestidos de rojos, azules, negros, verdes y muchos más colores. No sé si alguno había explotado ni si otros aprisionaban sus expectativas, pero desde allí arriba, bajos mis ojos, eran como un cementerio de bolígrafos.



miércoles, 20 de julio de 2016

Frente a uno mismo


Hay silencios aquí y en todas partes.
A veces, se sienten casi transparentes,
como la bruma del amanecer, o el vaho de la ducha
que abierta de par en par, canta salpicaduras
como graznidos de cuervos o el crepitar de una rama.
El mundo se mece sobre la puesta del sol,
lo crepuscular evapora fisonomías y figuras,
apenas se puede notar la opalescencia de la tarde-noche
en el tiritar vespertino del invierno.
En algún lado un reloj detiene su tictac de pronto.
Un impulso inaudito empuja lo callado,
se expande, cubre la tierra y alcanza el cielo.
Hasta lo vulgar y corriente acata el silenciamiento.
Se está solo frente a uno mismo, y estremece.
Traslúcida, la mente susurra nuestros secretos,
el silencio los expande aquí y por todas partes,
fragmentos de nosotros mismos  brotan en la cerrazón,
nos recorren desconocidos y se echan a andar.
Callada, la fina garúa se perpetúa en ellos.


Descubrir

  Perderme de  ti, extraviarme de nuevo,
como vendaval brusco y mudo de viento,
del cuerpo a la lengua, y regresar al cuerpo
con una  lengua más simple y gustosa,
en la oscuridad y con la elegancia de un cisne,
y mirar tus ojos que están limpios de nuevo,
fieles como el paso de una  nube blanca
sobre una mullida almohada blanca.
Confortablemente  pasar toda  la noche
dándonos palmaditas en la espalda y tal vez algo mas,
hasta reencontrarme  cobijado bajo tu  otra mejilla
y disfrutar de la verdad oculta de tu piel,
colocando el cuerpo en una posición propicia
para oír cómo se agitan los latidos de tu corazón,
y descubrir que he estado en ti, sin perderme,
desde el principio de los tiempos.


martes, 19 de julio de 2016

T. S. Eliot dixit


Trece lustros atrás, exactamente a las veintiuna y quince,
asomó la cabeza por la primera puerta que encontró en el mundo.
Ahí estaban, solemnes y visibles las manos de una comadrona,
los ojos de un partero, y esas columnas cansadas y sangrantes
que vendrían a ser las piernas de su madre. Berreó,
como berrean todos los miembros de la especie humana,
y continuó berreando cuando le daban a estrenar su cicatriz,
ese ombligo que se haría viejo con el mismo.
Le limpiaron el afecto de lo temporal y lo largaron a andar
con las manos repletas de fantasías y vacías de coherencia,
llevado por el viento anduvo por el mundo, y por aquello que no es mundo,
descubriendo esa campiña abierta que es la vida.
Sembró aquí y allá, cosechando alborotos en la primavera
y criaturas en el ardor de verano. También, muchas,
muchas viejas piedras que nunca pudo descifrar. Esa es su deuda.
Hoy está aquí. Aquí o allí no importa. Está.
Trece lustros después de atravesar la primera puerta. Está.
En un camino que sube pero que baja, que es de ida y es de vuelta
(T.S. Eliot dixit) ocupando su lugar en una mesa larga,
en una incierta hora antes de que llegue la mañana.
y como el primer día asoma la cabeza por la primera puerta que encuentra.

lunes, 18 de julio de 2016

Travesura íntima

Como si fuera un hielo, pródigo y arrogante,
la piel se escurre por donde alguna vez
supimos acertar la tibieza de nuestros roces.
Audaces huellas clandestinas esfuman
sin ruido su hechizo somnoliento. Se van
izando un aire de suspiros por todas partes,
se rasgan las emociones dejando cicatrices,
desertando, cual transgresoras de la lealtad.
Un largo cansancio comparte el dolor y la cama.
Somos simientes de una travesura íntima,
ciegos gritos guardados de eterna ternura.
Estamos así, como nacimos, desnudos,
iracundos, haciendo estallar un último gozo
con un aturdimiento evocador e impaciente
que se descarga en un afecto mutuo y repentino.