jueves, 27 de julio de 2017

Átomos solares

Desearía ir perdiendo el sabor
conque sus dos manos tallan
la figura hasta lograr el infinito,
y luego lidian con esos seres
absurdos del tiempo y la memoria
que estallan en mis oídos
como si así se olvidara de todo.
Es allí cuando su mano tiembla
y se oculta en el humo,
mientras clava en mi carne
el puñal de sus distintos amores.
Sabe amargo el amor de otros hombres,
es un gas letal que se respira
aun cuando sus manos cincelen
maremotos de átomos solares
con los que se incendia a sí misma.


Ilustración: "Manos tallando" - R. Pascual

martes, 25 de julio de 2017

En un parpadeo


En el azul se dilata tu silencio pequeño,
un ronroneo que se deshoja, trepando
por las sombras de las noches negras,
tropieza en mi pecho y se enreda fértil
en mi cuello. Allí se arraiga por horas,
cercano, hasta que el alba se involucra
y lo convierte en balbuceos de modorra.
En secreto, sin luz ni guía, se derrama
paso a paso en esas vocecillas taciturnas
que anuncian tu lento y pesado despertar.
Con aires de minina, te estiras efímera
en tu intento de permanecer acurrucada,
cobijando los últimos fragmentos del sueño,
hasta que la orquesta distante de un cosmos
ciudadano te trae a tu realidad cotidiana.
De un salto abandonas el lecho y corres
a iniciar las góticas faenas de días imperfectos.
Año tras año de todo ello me he deslumbrado,
y aun no me acostumbro a ese corte visceral
que en un parpadeo, me deja solo en el lecho.

Nosotros

En ocasiones mudas en aire, te disipas
dejando todo sin dudarlo, aun aquello
que no termina de perecer en tu ausencia.
En ocasiones hueles a brotes de primavera,
perfumas una calma inquebrantable, nueva,
con brumas que laceran sin sentir. Sin ver.
En ocasiones dejas hablar a tu cuerpo,
aunque después mi boca quede mirando
despojos de ternura que se rompen a mis pies.
En ocasiones tu silencio retumba, inclemente,
y se encamina hacia la tristeza, destrozando
la salvaje apetencia de aquello que te ama.
En ocasiones estamos infinitamente separados
por invisibles muros, empecinados en comprender
la incomprensible realidad de ser nosotros.




lunes, 24 de julio de 2017

Contingencia azarosa


Ensayo la contingencia azarosa de enamorarte.
Para escribirte selecciono una a una las letras
que pretendo trasmutar en deslumbrantes alhajas
que arranquen suspiros con cuantía de orgasmos.
Calcino mis labios ensayando mil posibles besos
que logren que tus piernas tiemblen al recibirlos.
El espejo se ha gastado de verme reflejado en él,
probando mil distintas poses que ordenen el caos
de mi figura. Me apropio de los atributos de poetas,
escritores, y todos aquellos sabios del arte de amar,
para que mis palabras te suenen a cantos gregorianos,
a melodías que sacudan tu carne y aviven tus deseos.
En algunas noches, me desvelo pensando en como
mis manos habrán de acariciarte para no romper
la delgadez del posible hilo que me ensamble a ti.
Allí caigo en la devastadora desolación de no saber
si es una sola la manera de tocarte o si existe también
una decimoquinta, la última y definitiva que te haga mía.
Y todo esto es porque dudo, porque en definitiva no se
orear el amor antes de ofrecerlo ni condensar mis miedos
en esas pocas palabras que digan cuanto te quiero.

A oscuras

Huyeron los besos polizones de debajo de la almohada,
partieron con el suave andar de las promesas no dichas.
Fueron a esconderse debajo de otra piel, en otra almohada,
abrigando otras sábanas, apagando canciones de amor
que se incineraban en labios antes ajenos. Eso pasa.
Ahora me toca irme a dormir con hambre bajo las ingles,
apagar tranquilo todas las luces sin que me acosen fantasmas,
cerrar los ojos sin tener el miedo infantil a tus caricias,
y sin dejar prendida la luz amarillenta de ese pasillo oscuro
por donde alzaron vuelo los besos dejando huellas falsas
para despistarme, por si los quisiera seguir. ¿Para qué?
Ya estoy grande para jugar a las escondidas. Si. Grande.
Puedo vivir sin ellos, aunque a oscuras, muerda la almohada.


domingo, 23 de julio de 2017

Merlot


La palma de mi mano huele a ti
mientras la noche se escurre
como una tinta invisible
detrás de las cortinas. Te huelo
en lo desconocido de un cristal,
en la suavidad del Merlot dentro de mí
a la intemperie de tu olor, que está
sumergido vaya uno a saber dónde.
Lave mis manos antes de tomar café,
luego volví a enjabonarlas,
las perfumé de colonia barata,
gentileza de hotel cuatro estrellas,
las hundí en otras aproximaciones cálidas,
pero es inútil. Aun así,
la palma de mi mano huele a ti.

Amor quieto

Estaba predestinado a ser un jamás,
la coronación de una negativa explícita.
A deshacerse en la dureza de ser solo
“amigo”. Palabra que encierra el dolor
de ese amor quieto que esconde rechazo.


Angulo muerto


Camina sobre un frío especialmente diseñado,
deambula por un lugar corrompido de rincones
buscando entre latidos su manera de subsistir
entre inerte y casi en carne viva. Definitivamente
agrietado por el descuido, en la frontera del olvido,
se entierra en el ángulo muerto donde yacen,
congelados, los cariños que se nos han perdido.

sábado, 22 de julio de 2017

Lo que se escapa

Recóndito e impropio,
casi como un regreso,
huele a hierba fresca
el momento de querer.
Sin espacio, ni despacio.
resulta ser complejo,
enigma sin respuestas.
Es lo que se escapa,
volviéndose aparente
después de un ritmo
de amor sin discursos.
Tan solo en el silencio
donde la palabra es inútil
y solo vale acariciar
la piel con los sentidos.


Ilustración: "Abrazo (Amantes II)" - Egon Schiele

Ardor en las entrañas


Solo un amor he tenido.
En ese dilatado instante
que el amor puede verse
con la cordura necesaria
y las pupilas encendidas.
Después de él, se aturde
el tiempo, y lo posible,
no es más que la fragancia
de un ardor en las entrañas.

Ilustración: "Pink ardor" - Sherry Davis

En ocasiones

En ocasiones logramos un supuesto cielo,
donde el silencio es un conseguido placer
luego de unas horas sabiamente agotadas.
Ajenos al fastidio del mundo y a su llanto,
sintiendo bajo la piel el cosquilleo de un arcano
que solo quien ha tenido un amor comprende.


viernes, 21 de julio de 2017

Ese día de la semana


De ese día de la semana me queda
el recuerdo de mis ojos viendo tu espalda,
tu cuello sesenta veces besado
y lo desprolijo de tu cabello al levantarte.
El inevitable mohín de tus labios
cuando mi mano te dibuja corazones
de los hombros hacia abajo.
De ese día de la semana me queda
un abecedario de sonidos extranjeros.
que pronuncias con ojos cerrados
cuando pierdes el equilibrio,
y la cordura y la vergüenza y el orgullo.
como antes perdimos la ropa
y el rojo de tus labios se perdió definitivamente
en algún recoveco de mi cuerpo.
De ese día de la semana nos queda
un callejón repleto de tiempo,
resonancias saladas sobre toda la piel
y la bronca de que sea tan cortas
las horas en ese día de la semana.

Ilustración: "Mujer de espalda" - Andrés Catalá

Pariendo brisas

La ventana abierta está pariendo brisas,
la ligereza flota como un amante azul.
Guardo la esperanza que me estés mirando
como quien te ayudó a derribar los símbolos,
como ese cuerpo cómplice, que te sonríe
desde la obsesión de los propios sexos
en la ondulada armonía de las horas juntos.
Pero tu pupila se detiene en el vestido negro
que se insinúa arrojado y arrugado en el sillón.
Te preguntas porque te lo has quitado y como.
Las apuestas de dos no siempre son para ganar.



Y así...


Te siento acurrucarte entre tus sábanas,
de tu ombligo emana aroma a vainilla.
Mi mirada se detiene justo en tu calor
donde una sed insatisfecha me consume.
Atisbo el desnudo clandestino de tu cuerpo
reteniendo la saciedad de tus espumas.
Me puede la sed y así se me llena el alma.

jueves, 20 de julio de 2017

Santo resorte

Un resorte interrumpe la paz de mi espalda.
Ondeante, se escapa del respaldo del sillón
y zarandea, de arriba abajo, de derecha
a izquierda, entre mis costillas. Impertinente,
gira, sin ir a ningún lado, mecánico e inquieto,
como si quisiera coserme la cuerina a la piel,
o peor aún, como si deseara meterse, sutil,
en mi columna y bambolearme como un juego.
Me canse de pensar en arreglarlo, mi manos
se rindieron ante su pertinaz obsecuencia,
(tampoco digamos que son manos muy hábiles).
Estudié la posibilidad de cambiarlo por uno nuevo.
Más moderno, de esos que se alzan y bajan,
se reclinan suaves, con apoyabrazos acolchados,
con respaldos que van desde el coxis a la coronilla.
Confieso que he probado algunos en las tiendas,
me he sentado en ellos, estiré las piernas, palpé
si eran de cuero, de arpillera,  tusor o lienzo.
Miré la resistencia de su estructura. Si era de madera,
aluminio, plástico reforzado, desmontables y otros etc.
con que me tentaban (y acosaban) gentiles vendedoras.
 Pero mis glúteos están acostumbrados a sus molduras,
mi hueco poplíteo (vaya nombre) perfectamente adaptado
al borde, ya gastado,  de su viejo asiento con espuma.
Tibia y peroné (y todos sus músculos) alcanzan exactos
la distancia que del piso los separa. Digamos casi perfecto,
salvo el santo resorte empeñado en jugar con mis trapecios.


A los amigos


Encorvados ventricularmente
nos embriagamos en desvaríos.
Ilógicos, sobre un vértice de luz,
mirando desde allí transformar
en oscuridades la luz del sol,
disfrutamos un mar en la barbilla
y diez minutos en la mano abierta.
Nos extasiamos en la preñez del aire,
dibujando lunares a los amigos,
riqueza que guardamos alucinados
como la llave que trae un poema.

miércoles, 19 de julio de 2017

Solitario marginal

Acumulo noches pensando en tu región más discreta.
Horas de sueño atravesadas muy lentamente, al paso,
en la desesperación de sentirme un solitario marginal
en ese juego raro de irte descubriendo en los pasadizos
que dejan las huellas del deseo cuando está amaneciendo.
A veces disfruto de esa porción de mí que te has llevado
y que ratifica el vacío de mis manos llenas de nada.
Desorientado busco el beso inasible en medio de la noche,
en una peregrinación que es un interrogante abierto.
Quiero cesar esa irracional búsqueda de tus lugares vacantes,
que solo sirven para que mi boca tenga absurdas razones
para seguir creyendo que soy dueño de tu fatal presencia
en el tálamo desolado en el que acopio noches imaginándote.


martes, 18 de julio de 2017

Dulce embrujo




La ausencia abrasadora
es un dulce embrujo
que conduce a la locura
si no halla el corazón respiro.

Usurpador

Hidalgo, enterrado en días semejantes,
con sus secretos labios malvas sellados,
asomándole la mediocridad en los bolsillos,
empeñado en cultivar espigas verdes
regándolas con el ajeno sudor colectivo,
agita tumultuoso la vertical audacia
de recordar el porvenir desnudando
el vaho de las fantasías a la distancia.
Se ve a sí mismo como disidente necesario
de los que escriben saciados de letras,
de esos indescifrables que sucumben
en el vértigo de las frases. Escucha
el letargo del idioma con la memoria varada
en el fruto de lo que va a inventar,
ese sueño que le quema el vientre y llama hambre,
con ira y sin paciencia, cuando se descubre
desconsolado usurpador de la liturgia
que encierra el secreto de hilvanar palabras.


lunes, 17 de julio de 2017

En definitiva


Vago, recién lavado, extraño,
respirando esperanza
con indoloro desapego.
Ni sonámbulo ni avispado,
minucioso, inconexo. Previsible.
Desconocido, soy un pájaro
desayunando migajas,
una victoriosa derrota,
azar y costumbre. Número secreto.
Un páramo de venas,
brazos terminados en manos,
una loca cordura sobornable,
puñalada que llega al hueso.
Respiro la desidia
y el humo de las ventanas,
palabras y mil volteretas,
polvo, árbol y caminos.
Un paisaje definitivo a construir,
un niño viejo sin memoria.
En definitiva no soy más que vida
a punto de fugarse o de quedarse.

Hay días

Hay días semejantes.
Hay días inesperados.
Hay días diferentes.
Hay días calurosos.
Hay días insumisos.
Hay días inolvidables.
Hay días destemplados.
Hay días para perder.
Hay días muy difíciles.
Hay días previsibles.
Hay días que son ayer.
Hay días de pocas horas.
Hay días sin nombre.
Hay días que nunca llegan.
Hay días en que te destapo.
Hay días en tus brazos.
Hay días en que me enseñas
que solo hay días en tus días.



sábado, 15 de julio de 2017

Silencio equidistante


Un silencio equidistante acumula noches,
imposibles desengaños y latidos leves.
Cómplice del estupor inventa códigos
de abandonos, de horizontes, de gestos.
Envuelve rituales con nombres extraños,
destroza inoportunas quejas y el iris azul
de la curiosidad. Pronuncia los plurales
de todos los errores cometidos. Los duplica.
Se sienta en el borde de la verdad. Dice
verdades despóticas, mentiras impiadosas.
Todo tan conmovedor y en absoluto mutismo,
sin cielo y sin mar. Solo silencio equidistante.

Debería

Debería llevar mi cuerpo
(columna de humo)
al justo medio del montón.
Sacarlo de la periferia,
ubicarlo en el apartado musical
de esas tardes largas,
en el descampado de tus ojos.
Huérfano de silueta
debería poner cara de pasillo vacío,
de muñeco de porcelana,
que quien exista no sea yo, sino otro,
un homínido que te recorra
en el microclima fugaz de tus caprichos.
Pero entonces no sería yo,
sinó un fantasma asfixiándose solitario
en el patético tumulto
de la ofensiva procesión de tu insaciable avidez.


La esfera gira


Como infantiles ojos colgaban faroles
en el pañuelo negro de la noche.
Desde la altura de las flores se agotaba
el sudario de mi curiosidad
y el tiempo descendía peldaños de historia.
La esfera liberó su movimiento
prestando atención a otros aspectos de la vida.
Que pequeña la corteza de la mirada.
Solo ve faroles, pañuelos y flores, solo eso,
se pierde los ojos, la noche, la altura,
lo que queda en suspenso mientras la esfera gira.

No pido

Enloquecí encarcelado
en la pena de un amor.
De regalo quedó el dolor.
No pido ningún antídoto
que me apague ese dolor.


Haciendo como que...

El viento tiene una cita
y mueve las hojas.
Estoy solo y ustedes, allí,
leyendo. O haciendo que.
No importa, estoy pensando
que esto que quiero decir
se puede callar y seguir siendo
sordos y ciegos en tanto.
Pero todo será silencio,
aún el trueno (y también la voz)
si callamos lo que queremos
y alguien permanece sordo
a lo que no decimos. Y después…
después nada… sigo solo
y ustedes allí… leyendo
o haciendo como que.