jueves, 18 de diciembre de 2008

Amarilla distancia

Verdes cercos son mudos testigos,
de palabras que no te dije,
Hay paredones que guardan secretos,
de alucinaciones de jóvenes viejos,
Hay un río que lleva en sus aguas,
aguas arriba, mis profundos secretos,
Hay hojas secas que marcan tus huellas,
amarilla distancia que te separa.
Ahora, la tierra roja, férrea, ígnea, ardiente,
acaricia tus pies y yo solo tengo,
asfalto vacío, transitado, llovido,
En esta ciudad, tan vacía,un micro lo es todo...
lo es todoEstoy tan solo en este andén...
se fueron mis años... mis sueños se fueron...
tan solo una semana, de vida me dieron...
Tantos años y una sola semana
Y los besos que no te ti...
y las caricias que me guardé...
y las cosas que no te dije...
y las cosas que no te dije...
Y el último te quiero, que no grite....
Y el te amo que todavía te guardo...
no hay río que te lo lleve,
ni amarilla distancia
que te lo acerque,
se quedó dentro mío
chiquitito y callado,
como ayer, como antes...
como en el cerro o la galería...
Asfalto vacío, transitado, olvidado,
Ayer era mío,
hoy lo he perdido...
Que ciudad vacía!
que ciudad sin alma!
tan solo una semana,
de vida me dieron..
Mis sueños, mis recuerdos, mi vida...
tan solo una semana,
de vida me dieron..
tan solo una semana,
de vida me dieron..
una semana...
y eras vos...
simplemente vos...
nada más que vos...
solamente vos...
únicamente vos...
solamente vos...
nada más que vos...
nada más que vos
vos...
vos..
vos..
vos...
y yo...
que te amo....

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Alucinaciones

Era la noche.
No cualquier noche, sino“la noche”
Presiento en mi entorno
Agitarse los inescrutables
Misterios
Que reinan dentro de lo oscuro,
Agitando
Mis temerosos huesos yacentes
En esta mortaja de carne.
Su elástica,
Peluda y parda pata estira,
Una cucaracha voraz,
Rozando y arrancando, en su viaje
Mi único ojo verde
Que cae,
Derramando visiones coaguladas,
Que ya no volverán a ver.
Lo recoge una atrofiada mano
De tres dedos,
Que descubro mía, al sentir
El frío contacto de las cosas vistas.
Anhelantes corren,
En la oscuridad que los detienen,
Mis pobres pies descalzos,
Y en vano buscan
Luz,
O una puerta donde escapar
De la oscura noche negra.
Choco contra la pared,
Una pared,
Y mi cráneo siente los pedazos
De la piedra,
Que se clavan en lo blando
Del cerebro atormentado.
Grito.
Grito fuerte… fuerte… fuerte… y
Consigo despertar!!!
Restregó con fuerza mi único ojo verde,
Con tanta fuerza que me duelen
Los tres dedos de mi pobre mano,
Entonces se que estoy despierto,
Todo ha sido un sueño, aún
Sigue allí mi cuarto oscuro.
Y casi soy feliz de estar despierto,
Cuando siento el caer pesado,
De una cucaracha contra el piso.

Acaso por distraerme

Me llueven en esta tarde
Los deseos de verte.
Cada minuto será una hora,
El tiempo no corre más.
Acaso por distraerme
Escribo cosas tontas,
Pero mi mente está lejos,
Tan lejos como vos.
Afuera es tan gris,
Y yo guardo tanta luz.
Mi lecho está vació..
Vacío sin tu amor
Y sin tu cuerpo avergonzado,
Ardiendo de deseos.
Y mi silencio culpable,
Que nada te dirá,
Porque siente los miedos,
De ayeres tan recientes,
Que solo se olvidan
Cuando tu conmigo estas.
He cerrado la ventana,
No veo tu casa vacía
Y todos mis miedos
Se funden en alcohol.
Cualquiera de estas noches,
Cuando mi cuerpo, tu compañero,
Acaricie la aurora, derramada en tus pechos
Sabré que nuevamente
La vida esta en mi.
Y gritaré las alegrías
De haber amado tus amores.
De haber tomado el viento de tus besos.
De saber que estoy vivo.
Y que tu amor de este solo día
Sirvió para tanto, tanto
Que ya mis noches no son alcohol
Ni mi lecho soledad.

A los recuerdos

A ustedes,
Que siempre ataron mis presentes
Con las mágicas sogas del ayer,
Hasta que todo me pareciera negro,
Sin sentido, pesado, imposible de ver.
Que arruinaron mi adolescencia
Con las penas de la niñez,
Y mi juventud troncharon
Con temores de adolescente.
Hoy tal vez deba agradecerles
Que el adulto tenga,
Recuerdos de juventud.

A la hora en que escribo

Hora, simple hora.
Ni diosa griega, ni musa del Partenón.
Solo una hora.
Incierta, hoy una, mañana otra,
Pero siempre esa misma hora,
En que los recuerdos y el mañana
Luchan por llegar,
A ser letras y papel, a quedarse,
Grabados en el hoy.
De todas formas,
Pasas incontenible, intransitable,
Entre toses de cigarrillo y bostezos de alcohol.
Mandas a las letras, que caen por la lapicera,
Y a los versos que bamboleantes surgen del coñac.
Te instalas cómoda en el sillón
De los ayeres ya vividos, y miras, impertinente,
Los mañanas de todos los hoy.
Tiránica dictas, verdades que lastiman,
Mentiras que convencen, palabras que no son.
Yo no te busco, me buscas a mi,
Y me encuentras, semidormido,
Entre la cena y el sexo, entre la cama y la comida.
Eludirte ya es inútil, sabes encontrarme.
O a la tarde, bajo el sol, en la sonrisa de la amiga.
O al no encontrar a quien yo busco,
O en el rubor de la verdad.
Estas allí.
Sos una hora mas.
Sin nombre fijo y sin tiempo detenido.
Me armas y me dominas.
Tu mandas.
Y el pobre tondo de problemas económicos,
Cuando llegas, se transforma en brazo,
Mente, lapicera, de la hora en que escribo.

A las noches

De noches embrujadas tengo un cordel
Que ata mis sueños sin dejarlos ir.
En ellos palpitante de vívida presencia,
Tus ojos y tu sonrisa se me esfuman.
De noches con desvelo, tu anhelada ausencia
Ha tejido un manto de grata compañía,
Con el cobijo llantos de alcoholes derramados
Y enjuago lágrimas de otoñal tristeza
De noches no compartidas, hemos gastado lechos,
Tú quien sabe con quien soñando o amando
Yo creando tu cuerpo y tus caricias,
Para descansar en otra aurora
O una noche compartida.

Vacio de viernes


Miro mi escritorio,
Un cartel de “reservado”
Su dorso me muestra.
El cenicero se colma de humo,
Mudo espera el teléfono,
La agenda me muestra
Sus hojas en blanco.
El estuche de mis lentes,
Papeles y expedientes,
Me aguardan pacientes.
Abierta la puerta
Me muestra la oficina vacía.
Titila un tubo fluorescente,
Y alguien escucha la radio.
Afuera llueve.
Viernes de lluvia
Y sentimientos vacíos.
Vacío de viernes,
Rutina de oficina.
Enciendo un cigarrillo,
En algún lugar
Alguien se estará amando,
Y yo aquí,
Sentado de espaldas
A la ventana,
Sintiendo la garúa
Que trae el viento
Mojándome la nuca,
Inundándome los sueños.
Rutina de oficina
Vacío de viernes.
Ruedan autos
En el asfalto mojado.
Ruedan rutinas
En mi ordenador cargado.
Un paisaje de biblioratos,
Escritorios papeles y sillas
Me dicen que son las cuatro
De una rutina de viernes.
Vacío de oficina

Hundirme en ella

Me basta solo verla,
Su cuerpo resaltando
En el negro que la cubre,
Y un rojo ribete
Sensual la convierte.
Sin resistirlo,
La tomo en mis brazos,
Con mi diestra trémula
Corro el cierre
Que me permite ver
De sus formas
El criollo color.
Despojada y natural
La tomo en mis brazos.
Estando de pie
Su dorso firme
Apoyado en mi pecho.
Con mi mano izquierda
Sostengo su cuello
Mientras la derecha
Cubre su cuerpo.
Mis dedos la acarician
Y ella vibra en su entrega.
Si el pulgar la roza
Graves sonidos
Emite su boca.
Si la acarician los dedos
Subiendo en su cuerpo
Es agudo su murmullo.
Si acerco mi rostro
A su moreno contorno,
Fragor de madera
Acaricia mi piel.
Cálida templanza,
Eterna tibieza
Que arranca sonrisas
Cuando me llega su voz.
Colgada de mi cuello,
Su cuerpo al mío se apreta.
Me roza entero
Y tiemblo con ella.
Me siento y su curva
Sobre mi se acomoda.
Sobre mi pierna izquierda
Se deja abrazar, cálida,
Sensual, dócil, compañera
La sienten mis piernas,
Mis brazos la rodean,
Mi pecho palpita
De sentirla tan cera.
Mi voz, sus gemidos acompaña
Tratando de hundirme en ella.
De ser solo uno
De llegar juntos
A un final de estrellas.
Mis dedos no se cansan
De recorrerla entera,
Y allí donde la toque,
Dulce, sabe responderme.
Mas la siento en mis brazos
Mas aprenderla quiero.
Y me imagino recostado
Y en mi pecho, reposando ella,
Descansando juntos
O soñando apenas.
Estando juntos
No hay tiempo que pase,
La dicha es inmensa
El placer también.
Y así cada día
De todos los días
En que puedo tenerla
Dormida en mis brazos,
Para despertarla en caricias,
Sobre mis manos sentida,
Disfrutando todo mi ser
En sus dulces melodías.
Desespero de solo pensar
Que quizás algún día,
Mis dedos no la puedan rozar
Mis manos no la puedan alzar.
Y tal vez ella siga allí
Con negro vestido,
Sus rojos ribetes de tono sensual,
Esperando quieta
Que la pueda tocar.
Tal vez algún día
Solo la pueda mirar
Y con alegría pensar
Cuando con mi guitarra
Podía cantar.


Antes

Antes de ser solo una foto,
olvidada
Quiero estar en tu cuerpo, flor,
Enamorada.
Antes de ser solo pesadez,
soportada,
Cabalgar en tus valles,
llamarada.
Antes de ser solo olvido,
darme oportunidad
De ser recuerdo de este día,
Que ya está.
Antes de ser antigüedad,
apenas recordado,
triste,
en alguna que otra soledad,
Quiero ser ese viento que te despeina
Suavemente,
Con desprolijidad.
Antes que descubras,
por casualidad
Que este accidente ya pasó
Quiero ser sangre que corre
Apenas arroyo,
Felicidad.
Y antes que todo antes
sea antes
Quiero ser solo este instante.
Eternidad.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Los días de inocencia

¿Cuáles fueron nuestros días de inocencia?
¿Aquellos que disfrutabamos
corriendo en frío del sur,
por los patios de nuestras casas de chapa?
¿o subiendo a los cerros bebiendo vientos?
¿Los otros?
¿Los que vivimos de guardapolvo,tizas,
dedos con tintas, rabonas y recreos?
¿Cuáles fueron nuestros días de inocencia?
¿Los que nacieron sin saber bien como,
en un cerro y un rechazo en la alborada adolescente?
¿Los que continuaron por años
en una ventana frente al mar,
miradas cruzadas,
callados silencios,
ansiosas esperas?
¿Los días de partir para construir un futuro?
¿Cuáles fueron nuestros días de inocencia?
¿Aquella breve tardenoche de circo en el litoral?
¿Un medio día de agosto redescubriendonos?
¿Esa otra tardenoche de garúa y café compartido?
¿Quizas aquella tardecita
en que intentamos buscar
el ritmo de nuestros cuerpos
para bailar un tango?
¿Cuáles fueron nuestros días de inocencia?
¿O no fueron días sino noches de inocencia?
¿Acaso fue aquella noche,
tango mediante,
en que por fin y despues de tantos años,
fuimos mujer-hombre, hombre-mujer
como nunca antes lo habíamos sido?
¿ Cuáles fueron nuestros días de inocencia?
¿Es que recien allí, adultos ya crecidos,
perdimos nuestros días de inocencia,
y entonces nos abarcó la dura realidad,
la tuya y la mía, la nuestra,
la de todos,para señalarnos
que no era ya posible la inocencia?
¿Cuáles fueron nuestros días de inocencia?
¿O es que en nosotros no es posible la inocencia,
que solo podemos ser transeuntes de lo vivido,
meros pasajeros de un tren ajeno y extraño,
que alguna vez creimos nuestro y lo tomamos?
Tren sin destino que arrastro nuestros destinos.
¿Cuáles fueron nuestros días de inocencia?
¿O es cierta esa afirmación tuya,
tardíamente repetida,
de que la inocencia tiene
a la culpa como contracara,
inevitable, fatal, e ineludible
arrastre que nos pesa,
como el paso de los años,
o las arrugas que enseñan,
pero que nos acompañan,
lo queramos o no, cada día?
¿Cuáles fueron nuestros días de inocencia?
¿O es que nuestros días de inocencia no son,
ni mas ni menos que los culposos días
de nuestros reiterados y permenente desencuentros?
Siempre tambien fatales,
siempre tambien presentes,
Siempre tambien perteneciendonos,
nuestros, a pesar.
¿Cuáles fueron nuestros días de inocencia?
Hoy es día de inocentes, de martires…
¿de culpables?
Y hoy sigo en silencio
recordandote toda entera,
Virginalmente entera,
como en el cerro,
como en la noche
En que ambos fuimos
los últimos o los primeros
Disfrutantes de un amor distinto,
un amor eterno.…
de nuestros días de inocencia.-

Dos horas despues de las doce de la noche


Grotesco el rito,
De decirse adios,
Dos horas antes,
De que termine el día,
Catorce pisos arriba
De una calle Corrientes,
Manchon de luces,
Oscurecida por el asfalto,
Ennegrecida por la noche.
Se nos olvidó la cena,
Ante tu voz amarga
Que llegaba lejana,
Sola y apagada,
Diciendome
Que se terminó,
Yendote,
Como esas sombras oscuras
Que en la terraza del teatro
Justo frente a nosotros,
Escapan furtivas
De la luz que irradia
La irresponsable marquesina.
Escucharte en silencio
Pedirme tiempo,
Para acomodar sentimientos,
Como si estos fueran libros,
O la ropa que nos quitamos
Para dejar colgada
En cualquier parte,
Y lo único que acomodamos
Son los cuerpos desnudos
Para una final entrega
Que no es entrega y no se,
Si será final.
Y ese acto triste, estúpido,
De amarnos como siempre,
Como si nunca existió
Ese adiós antes dicho.
Ese comenzar a amarnos
Como si fuera la primera vez,
O mejor aún, mucho mejor,
Como si fuera la única vez,
En un vano intento de pensar
Que no ha pasado nada,
Que amarnos cuando pasas
De un cumpleaños a otro
No es sinó un regalo mas,
Un sexuado feliz cumpleaños,
Que cambia el tradicional beso,
Por orgasmos repetidos.
Grotesco el rito,
De vestirse apresurados
Para culminar el irnos,
Cada uno del otro,
En una cena triste.
Ultima cena de dos
Apostoles del infortunio,
Del desencuentro,
del desamor .
con mi silencio hosco,
ostroso silencio,
escuchando de tus cortejos nuevos,
prontos a inaugurar,
despues del último vino,
amargo,
que nos despidió
en ese mantel de papel,
en esa noche de noviembre,
dos horas despues
de las doce de la noche
del día de tu cumpleaños.

Como tu amor y el mío

Se posa un tero en la barranca
Patas flacas, blanco pecho
Y coronándolo afinado penacho.
El Río ancho son mis brazos
Abarcándote en un abrazo,
A vos, que como esa sola isla,
Se deja rodear, mojar, besar.
Acariciar por el río que la cubre,
Isla de carnes de arena,
Isla de playas suaves como tu pubis.
Isla de verdes intensos como tus ardores
Isla penetrada que penetra
Como tus carnes mi carne.
Pasea el tero sus majestades,
Empenachado, por la barranca,
Solo
¿Qué hace el tero sin una pareja a su lado?
El ronroneo rugiente de motor rotoso,
Se impone sobre el río silencioso.
Una voces, unos gritos denuncian
Que el pequeño puerto vive.
Diminutas hormigas transitan la rampa
Cruzan ida y vuelta el agua,
Arrulladas por el arrorró constante
De la chalupa que boga a ritmo guaraní.
Naves, naos fluviales que van y vienen
Como tu amor y el mío,
Silencioso y meandroso, como el río.
Y el tero empenachado, sigue en la barranca.

Desnudos

Se refleja tu cuerpo en el espejo
Desnudo
Se rosácean tus carnes en la luz
Desnuda
Se redondean tus curvas en la luna
Desnuda
Se agitan mis manos en tu piel
Desnuda
Se apoya tu cuerpo sobre mi pecho
Desnudo
Se enciende el calor en mi alma
Desnuda
Se moja el deseo en tu vientre
Desnudo
Se acopla mi cuerpo a tu cuerpo
Desnudos
Se detiene el tiempo en tus tiempos
Desnudos
Se anudan mis ardores a tus ardores
Desnudos
Se desnudan los puros instintos
Desnudos
Se yacen luego, felices y placidos
En un simple y tierno
Des… nudo
Desnudos en la playa, de Togores, Museo Reina Sofía

Un cabello negro

Un cabello negro
Encontré en mi ombligo,
Tal vez lo ha dejado
Tu descenso encendido,
Sin medir la distancia
Del ombligo al peligro.
Un cabello negro
Mi mano ha alzado
De los alrededores
Del cuenco del ombligo
Recuerdo pezones
Caracoleando mi pecho,
Recuerdo caminos
Trazados por labios mordidos
Recuerdo tus manos
Alzando el peligro
Pero no veo tu pelo
Perdiéndose en mi ombligo

¿que eres tu y que soy yo?

yo la mentira,
tú la verdad
Yo el beso,
tú la boca.
Yo la ausencia,
tú la espera.
yo el juego,
tú el premio
yo el sol,
tu el calor.
Yo fuego
en llama viva,
tú el cobijo arrullador.
Yo la brasa;
rescoldo oculto
que espera ser soplado
para quemar el mundo
en incendio enamorado
no sé tu, pero yo...
yo las palabras,
tú, mis letras...
Yo soy yo,
tu eres tu...
Yo el amante,
tu la amada
Yo el camino
tú la fuga,
Yo el revólver
tú la bala,
yo soy yo,
¿ y tú ?
yo soy la duda,
tu la respuesta
yo soy el fin,
tu el comienzo
no se tú.
yo el chirrido,
tú la bisagra.
yo el YANG,
tú mi YIN
yo el limón,
tú naranja...
yo el duro,
tú la blanda
yo el caballo
tú la sangre,
tú yo,
yo tú,
yo soy
lo que faltaba
para que tú existieras .
yo soy quien aguarda,
tú la que debe llegar
Yo el simple reflejo
Tú mi espejo
Yo maestro...
tu la alumna
Yo soy tú
y tú eres yo
(somos uno)
Yo el fusil,
tú mi blanco.
Yo soy fuego
y tu agua.

Quien quisiera


Quien quisiera… rico
Quien quisiera
Madrugaba en la alborada
Un gallo.
Abría mis ojos
En la penumbra del cuarto
Y el tenue amanecer
Rompía
Por la ventana mal cubierta
Por la cortina
Que se mecía.
Sobre mi brazo,
Adormecido
Como un sol
Sus cabellos se derramaban.
Sobre el derecho.
Pues el izquierdo,
O mejor la izquierda,
Mi mano,
La luna blanca
De su pecho retenía.
Cuerpo de blanca luna
Junto al mío, moreno,
Adormecido.
Todos los días,
Durante seis días.
Quien quisiera rico,
El gallo cada día
Repetía.
Yo… yo solo sonreía,
Pues rico lo tenía.
Allí, al manecer… y antes
Cuando la luna,
En su cuerpo blanco,
Junto al mío yacía.
Blanco de espuma,
Blanco de ella,
Junto a mi morena piel
Dormía.
Cinco seguras noches,
Casi seis días
Su blanco cuerpo de luna
Me rendía.
El sol de su dorado
Sobre mi brazo derecho
Yacía.
Mis ojos al abrirse
Su boca veían.
Sus labios me lamían,
Los mios la besaban.
Sus manos me rozaban,
Las mías retenían
Su blancura de luna,
Desenredando sus cabellos.
Rayos del sol,
Que junto a mi
Dormían.
Quien quisiera rico
Quien quisiera
El gallo repetía.
Cinco seguras noches…
Casí seis días.
Cuando el tenue amanecer
Rompía
Por la ventana
Mal cubierta
Por la cortina
Que se mecía.
Ahora solo,
Café y cigarrillo,
Atronados
Mis oidos por aviones
Que parten
Recuerdo el cielo
De sus ojos,
Sus manos
Que me surcan,
De su cabello,
El dorado,
Junto a mi, morena piel.
Foi gostoso,
Dijo la primera vez
Foi gostoso,
Repitio,
Al marchar.
No existen gallos,
Allí donde yo voy,
Ni cuartos
Que se rompan,
Al amanecer,
Ni cortinas
Que se agiten,
Malcubriendo
Las ventanas.
Mi brazo derecho
No se adormecerá,
Por su sol.
Ni el izquierdo
Retendrá
Su pecho de luna.
Solo retendré,
Suave eterna,
Su espuma.
Esa bruma,
Que naturalmente
Nos envolvió.
Pero llevo guardado
De su primera vez
El Foi gostoso
Y el cielo
De sus ojos.
Y la turbina que borra,
Tronando,
Su beso de “adeus”
Y su mano,
En el aire,
Que me repite“gostoso
como la primera vez.

la vi


La vi.
La he recorrido.
Caminé por sus laderas,
Recorrí sus calles empinadas,
Me deslicé cuesta abajo
Por sus pendientes calcinadas.
Vi su centro aburrido,
De comercios apresurados,
Y en el fondo de sus barrancos
La miseria pululando.
Vi morenas esplendorosas,
Blancas de caderas anchas,
Rubias desabridas ,y otras no tanto.
Vi pretos, decirles negros
No puedo,
Y mulatos y mestizos,
Y vi extranjeros.
Pero no vi perros
Por sus calles transitando.
La ciudad no tiene perros
Por sus calles deambulando.
Si basura, mugre,
Mendigos hurgando,
Niños pedigueños
Y otros amenazando.
Pero no tiene perros
Por sus calles transitando
¿qué hace una ciudad sin perros
a la luna ladrando?
¿quién vigila si la vida
se la estan robando?
¿quién orina los árboles ,
o quien corre tarasconeando
a esa niña que un samba va bailando?
Es oscura una ciudad sin perros
Que se apareen a la luna ladrando
Esta ciudad no tiene perros
Que la estén cuidando.

viernes, 12 de diciembre de 2008

En un Aeropuerto


Que se hace
Ocho horas en un aeropuerto?
Que se hace?.
Como apurar el tiempo,
Sentado en un aeropuerto?
Aviones que parten,
Gente que viene, que va.
Gente que solo está
Parada,
En un aeropuerto.
Tomo un café,
Fumo un cigarrillo.
Por suerte aquí
Puedo fumar.
Pero son Ocho horas
Parado
En un aeropuerto.
Viendo como el mundo
Se viene
Viendo como el mundo
Se va.
Por todas las puertas
De un aeropuerto.
Una gorda morena
Dice adiós
Al calvo marido
Que quiere partir.
Un maletero ayuda
A una rubia a salir.
Llora una abuela
Y el nieto es feliz.
Mil fotos saca
El turista aquel
En el aeropueto.
Despues de tres horas
En el aeropuerto,
Ya casi me siento
Parte de él.
Bebí mi café.
Con cerveza,
Mi almuerzo
Esta vez acompañé.
Y otro café.
Ya se de quien parte,
Y del que regresa
Tambien.
La vida es sencilla
En un aeropuerto.
Solo ir y venir,
Solo partir y llegar.
De un aeropuerto
A un aeropuerto,
Y otro café.
Espero mi anuncio
Y pronto partir,
Pero faltan tres horas
Para poder salir.
Que se hace
Ocho horas
En un aeopuerto?
Solo esperar,
Tomar café y fumar
Ah… y tambien
Ponerse a mirar.

El tiempo y el lugar

Miro por mi ventana.
El cielo es un cristal,
roto en dulce lluvia,
microscópicas gotas
De mi alma que anhela
Conocer de tu prometida
Presencia en algún lugar.
Un edificio blanco, alto,
Coronado de ladrillos,
Sangre,
Pierde sus antenas en las nubes,
Un viejo conventillo me muestra
Ocultas tras una sombrilla olvidada
Sus vergüenzas e intimidades.
No veo calles ni veo gente…
Mis ojos miran la ventana
Y solo te imaginan allí…
Aguardándome… en ese lugar
Que solo yo se donde queda
Y por supuesto tu….
Que me esperas
Ese lugar… el nuestro… el futuro.
Cuanto tarda en llegar ese día…
Toda esta lluvia… toda esta espera…
Todo este tiempo en que solo me queda,
toda esta garúa, toda esta ausencia,
todas estas ganas de que sea hoy el día,
el lugar,de tu presencia.
Mientras tanto
Solo me queda
 saberte cerca.

El hombre arbol


Eráse que era un hombre que nació engendrado de la fuerza del viento y de la salinidad de la mar y que creció desgajado de las matas que cubrían los cerros de la comarca en que vivía.-
Fue feliz en su niñez y casi sin pensarlo llegó a su adolescencia, épocas en que el corazón tuerce destinos de tanto andar a desatinos.-
Y una vez, mirando la mar tras el cristal de la inocencia vio reflejado en él un rostro femenino del que se enamoró, mas, al voltear su rostro para conocer la dueña de lo que lo había deslumbrado, se encontró con la nada que lo esperaba.-
Tal fue su desazón y su tristeza y tan negros se volvieron sus pensamientos que deseó ser árbol para no tener sentimientos.-
Los dioses, prolijos, escucharon su deseo, pero misericordiosos de lo novel de peticionante, resolvieron no concederlo sino hasta momento mas oportuno.-
Luego los azares de los tiempos lo llevaron a bañar sus pies a la orilla de un ancho río y a sudar su piel en los estíos urbanos.-
Sus músculos se fortalecieron, sus cabellos emblanquecieron, su cerebro creyó engrandecerse con ideas e ideales, pero sus ojos, que pocos suelen ver, siempre llevaron una lánguida tristeza y aquella imagen reflejada en el cristal de la inocencia, ante el mar.
Un día de entre todos los días, creyéndose fuerte y sabio, penso que ya era el tiempo de hechar raíces y prolongarse en otras generaciones.-
Y nada fue mas cierto que ello, los dioses decididos a conceder el antiguo deseo, en el mismo día en que el hombre celebraba sus paganos esponsales, en la misma noche en que su estirpe comenzaba a crecer, sus pies tornaron a hundirse en la tierra, sus manos se trocaron en hojas, sus brazos en ramas, su pecho en tronco, endureciéndose todo él un poco cada día mas.-
A simple vista y para todos, el hombre seguía siendo el mismo, cortes, cuidadoso, diligente, pocos, por no decir casi nadie percibían que los movimientos de sus brazos y manos eran ramas agitadas, que su voz no era mas que el paso del viento entre el follaje, que su cana cabellera no era sino el efecto de un temprano otoño sobre hojas alguna vez enverdecidas.-
Solo muy dentro del tronco que el árbol sostenía, un pequeño flujo de savia, se mantenía siendo humana sangre y le daba esperanzas al hombre árbol, de alguna vez volver a ser solo hombre.-
Y ese flujo que no moría, lo recorría permanentemente y a medida que el hombre árbol iba hundiendo su ser bajo la tierra, sus raíces, raíces de hombre al fin, buscaban aflorar, contradiciendo su condición vegetal.
Así es que de tanto en tanto, en distintos lapsos y por distintos lugares, del feraz suelo asomaban, primero tímidamente y luego con centelleante velocidad, alguna de sus raíces y momentáneamente tomaban forma humana.-
Casi siempre estos aconteceres ocurrían en oscuros atardeceres, de esos en que el alma torna a ponerse melancólica y a buscar refugio y cobijo junto a otras almas.-
Y esas fugaces apariciones de forma humana, envolvían con dulces melodías a toda doncella que por su rededor alcanzara a pasar, la seducía en el embrujo de su melancolía, y se consumía en el acto carnal en que sus cuerpos se hundían.
Grande era la sorpresa de aquellas doncellas amantes que al despertar de su apasionado encuentro se encontraban solas en el sitio en que sus cuerpos habían gozado.-
Y ello continuó ocurriendo de tanto en tanto por diversos lares de la tierra, y en cada uno de ellos las doncellas amadas guardaron recuerdos gratos de lo acontecido y por siempre perduró en su memoria la fugaz presencia de ese amante ido.-
En cierta oportunidad precisa en que este milagro se realizaba, la humana figura nacida en el soliloquio de la raíz que surgía de la tierra, se prendó de una manera tal de la doncella que lo rondaba, que rogó en su humano pensamiento por la muerte del árbol que lo originaba.-
Y el tal ruego fue oído, los dioses que dominaban los aires se juntaron con los diosas que habitaban las nubes, todos al unísono, en divina conjugación, engendraron una tormenta de una magnitud tal, que en muy poco tiempo el viejo árbol del que la raíz surgía fue desgajado y corroído por inclemencias y por desavenencias de los elementos que lo componían.-
Entonces al fin pudo, la raíz mantener su forma humana, pero los dioses, a pedido de las diosas de las nubes que abrogaban en defensa de las doncellas anteriormente amadas, castigaron a nuevo humano no permitiendo que sus pies se formaran, continuando estos siendo solo raíces.-
Por un tiempo, en el idilio del amor en que estaba prendado, ello al hombre no le importó, y creyó poder superarlo.-
Pero las raíces que lo mantenían en la tierra, tenían un destino marcado y al continuar profundizando su sujeción al humano, continuaron también muy de vez en cuando, repitiendo la historia de asomar sobre la tierra, tornarse fugazmente en humanas para yacer y consumirse en el cuerpo de aquellas hembras que se le acercaran.-
Y así sucedió por los siglos de los siglos, aun cuando los dioses y las diosas del hombre árbol se hubieron olvidado, y así convencido quedó este de que ese su destino era y al él se acomodó.-
Mas en una ocasión en que una de sus raíces repetían su antigua historia de tornarse momentáneamente humanas sobre la faz de la tierra, la figura allí surgida se encontró con el viejo rostro que su adolescencia viera reflejado sobre el cristal de su inocencia, el rostro desde antiguo amado.-
Y sintió sobre su rostro sus manos, y aspiró el perfume de su piel y rozó los placeres de su compañía y volvió a sentirse el feliz adolescente que del rostro se había prendado.-
Pero su esencia de hombre árbol se mantuvo imposible ya de ser olvidada luego de tanto tiempo vivido y sabiendo, por la experiencia, que de consumar su amor tan deseado volvería a tornarse nada y a dejar en soledad de soledades al rostro amado, quiso retrotraerse a su condición de raíz.-
Nuevamente los dioses lo escucharon y nuevamente su deseo le concedieron, siendo este el último y final que le concederían, y la forma humana volviose nuevamente raíz y se hundió en la tierra, y junto a la dueña del rostro amado, nació un cactus de largos brazos al cielo extendidos, como en un interminable ruego.-
Dicho cactus, solo una vez florece, con una radiante y blanca flor orlada de múltiples pétalos, y lo raro de esa flor es que nunca muere ni tampoco es posible arrancarla de la planta y solo puede ser vista por ojos como aquellos que tiene el rostro siempre amado.-
Nunca mas se supo que fue del hombre árbol ni que de su vida fue, pero si prestas atención cuando entre la multitud caminas habras de ver a un hombre que solitario deambula portando en su mano un cristal de inocencia tratando de hallar en él un rostro amado.-

El saco y el baston

I
Don Juan metió la mano en el bolsillo derecho de su pantalón y, como lo hacía desde hace mas de sesenta y cuatro años, quitó del mismo la vieja llave de bronce que le permitía abrir la puerta de su casa de Parque Patricios, en la calle Lavarden, a pocos metros de Pedro Chutro, cerca de la cancha de Huracán, el club de sus amores.
Mientras llevaba la llave a la cerradura tratando de que no se le enredara la vieja soguita de hilo trenzada que le servía de llavero, recordó fugazmente la primera vez que su padre, ese gallego venido de Pontevedra a mediados del 1800, le entregó la llave de la casa.
Fue un acto casi solemne, su padre Juan “el viejo”, lo llamó al patio de la vieja casona de chorizo, bajo la galería que formaba la parra y con su voz castiza le dijo:“A ver, rapaz, que ya tienes dieciocho años, toma estos pantalones de hombre y la llave de la casa, pero recuerda que ya no eres mas un golfo, ahora tienes obligaciones... así que... hala!!... a trabajar”
Y si, ese día, Juancillo, ahora Don Juan, estrenó pantalones largos y la llave de bronce que le permitiría entrar a su casa a cualquier hora, sin tener que llamar a su madre para que le abriera la puerta.
Esa puerta que ahora don Juan estaba atravesando para encontrarse con la misma galería, ya no cubierta por la parra, que se secó por el sesenta, pero con las mismas habitaciones colocadas una al lado de la otra, “como chorizo” se repitió, solo que al final de las mismas ya no estaban la vieja cocina a carbon ni el baño con retrete, que habían sido reemplazados con el transcurrir de los tiempos, y las insistencias de su hijo, José, por una cocina a kerosene primero y finalmente una a gas en un ambiente mucho mas grande que ocupó todo lo que era la vieja cocina y el baño juntos, “cocina comedor” le llamaba José.-
El baño finalmente terminó instalado en la primera habitación, en la que durante cincuenta y ocho años había sido su dormitorio matrimonial.-
Cuando don Juan cerró tras de sí la puerta de calle de la vieja casa de la calle Lavarden, el olor a silencio le inundó su alma.No sintió el perfume del jazmín del Paraguay que crecía en la maceta que estaba a la entrada, ni el de las viejas plantas de ruda macho que durante años, tenaz y concienzudamente doña Ana había mantenido con vida para ahuyentar la envidia, ni el aroma de las lavandas que crecían protegidas bajo las ventanas de las habitaciones llegaron hasta sus narices.-
Solo el olor del silencio, de la soledad, de la ausencia, de la no presencia de doña Ana, su compañera de toda la vida, su esposa por esos cincuenta y ocho años, que hacía dos meses, el 5 de enero mas precisamente, Reyes,había decidido no despertar una mañana y prolongar su sueño por el resto de los días dejándolo a él, a Don Juan, con ese olor a silencio que ahora estaba respirando.-
Ayudándose con el bastón llegó hasta la cocina, para él siempre había sido y sería la cocina, no “cocina comedor” como le decía su hijo José, colgó el bastón en el respaldo de la silla que estaba en la cabecera de la mesa, su silla de siempre en su lugar de siempre.
Ese bastón que siete u ocho años antes, cuando la artritis le comenzó a impedir caminar normalmente había comenzado a crear allá en Paranacito, durante esas vacaciones a la que lo llevó casi a la rastra José, su hijo.-
Se aburría en ese pueblo chiquito, plagado de mosquitos al atardecer, y le costaba caminar, así que un día decidió cortar una de las tantas tacuaras que crecían a la vera del camino y hacerse con ella un bastón, como para entretenerse.-Fue con su nieta, la mayor, Ana María, Ana por su esposa, María quien sabe porque, eligió una tacuara que no tenía mayor grosor que el brazo de su nieta, la cortó, y arrastraron jugueteando por el camino sus casi dos metros cincuenta de largo hasta la casa en que estaban.-
Después pasó el resto de los quince días de vacaciones pelando la tacuara, calculando la altura exacta que tendría que tener el bastón, alrededor de noventa centímetros, y moldeando la caña con fuego y agua, para endurecerla y para darle la forma de bastón, callándole la parte superior.-Casi sobre el último de esos quince días lo logró, un bastón de caña tacuara, fabricado por el mismo, coloreado por el fuego, tornasolado con puntos más oscuros, casi negruzcos en los nudos de la caña, pero sin que estuviera quemado, luego, mas tarde, en Parque Patricios, con paciencia lo barnizó, y desde entonces le pareció que su caminar se apoyaba en los brazos lustrosos de su nieta.-
Dejo ese bastón y se quitó el saco de pana, porque para él eso era pana, no corderoy como lo llamaba su hijo, y lo llevó hasta la silla que estaba en el otro extremo de la mesa.Recordó cuando doña Ana se lo compró, y en donde, en la tienda que está en Matheu y Belgrano, a una cuadra del viejo mercado Spinetto. Él venía usando un viejo gabán de gabardina, corte tipo marino, azul oscuro, gastado de tanto andar llevándolo, lo tenía desde el tiempo del ferrocarril, allí se lo habían dado.
Tenía tantos remiendos y tantos lustres en los codos y los hombros que doña Ana decidió tirarlo pese a sus protestas. Y lo tiró pese a ellas.-
Entonces un día lo llevó a la vieja tienda de Matheu y Belgrano y le eligió un saco, ese, el marrón de pana, no de corderoy como diría José, el hijo, sino de pana.-
Y desde entonces lo usó casi todos los días, con calor o con frío, en verano o en invierno, usara el pantalón que usara, combinara o no, lo usó siempre, porque era el saco de Ana, el que le había regalado doña Ana.-
Con ternura en los ojos miró la silla vacía, la silla de doña Ana, y esmeradamente, como si la estuviera abrigando, acomodó su viejo saco sobre el respaldo de la silla.-Buscó sobre la repisa la caja de fósforos y encendió la hornalla de la cocina para poder calentar agua y tomarse unos mates.-
Borrosa vio la figura de su madre agitando las manos para que prendiera el carbón en una vieja cocina económica negra, después la vio bombeando el kerosene para que se pudieran encender las hornallas en esa cocina que tenía barandillas de bronces, y finalmente se le iluminó el rostro el día que doña Ana miraba asombrada como Josecillo, ese hijo que habían tenido juntos, le explicaba como se encendía esta cocina a gas con un simple fósforo, sin tener que agitar manos ni bombear kerosene.
Puso la pava sobre la hornalla, tomó el mate forrado en cuero que decía “Recuerdo de Córdoba” que le había regalado su nieta mayor de cuyos bracitos años atrás había sacado el grosor de la caña del bastón, Ana María, cuando fue de viaje de fin de curso el año anterior, el paquete de yerba Cruz de Malta y la bombilla que estaba en el estante inferior de la alacena y se sentó en su silla a preparar el mate.-
Sentado en esa cabecera que por tanto tiempo había ocupado, comenzó a llenar el mate con la yerba, levantó los ojos y creyó ver a su Ana, a doña Ana, que, cubierta con su saco de pana, le sonreía.-Retiró su bastón del respaldo de su silla, lo apoyó en el piso entre sus piernas sosteniéndolo con ambas manos por la empuñadura, como preparándose para alzar su cuerpo y partir, y mirando el saco de pana ahora sobre la silla vacía, cerró los ojos, ese domingo a la tarde en que Huracán jugaba un partido amistoso, de local frente a San Lorenzo, su rival de barrio, y se dejó ir a los brazos de doña Ana, su Ana.
II
El martes por la tarde José le repitió a su esposa Graciela la misma pregunta que le hacía todos los días cuando llega del trabajo después de saludarla besando su mejilla.-“Alguna novedad?.... llamó el Viejo?
Mientras Graciela terminaba de colocar los platos sobre la mesa para cenar, le contestó que no, que no había llamado, “ni ayer ni hoy llamó... yo lo llamé a la tarde y no me contestó.... debe haber estado paseando por el barrio, vos sabes como es él...” José frunció el ceño, fue hasta la heladera tomó la botella vino y un sifón con una mano y la gaseosa para sus hijas con la otra, las apoyó sobre la mesa y buscó el sacacorchos del cajón superior del bajo mesada.-
Descorchando la botella de vino, se dijo que tendría que llamar a su padre, al Viejo, miró el reloj y vio que eran las diez y media de la noche, estará durmiendo pensó.-
Se sirvió un vaso de vino, le puso soda, lo alzó y caminó hasta el telefono, marcó el número de telefono y aguardó respuesta, nadie le contestó.-
Graciela llamó en voz alta a las niñas que estaban viendo televisión en el living, estas pasaron junto a él y le dieron un beso, después se pusieron a parlotear sobre sus actividades diarias y a pelearse a ver cual de las dos se servía primero gaseosa.José colgó el telefono y fue a sentarse en la mesa, el aroma de los fideos con pesto inundaba la cocina atrayendolo.-
Cenaron comentando las cotideaneidades del día, las chicas lo ocurrido en el colegio, Ana María, la mayor con mas novedades porque había comenzado el colegio Secundario ese año; Daniela, la más pequeña interrumpiendo de vez en cuando para hacer referencia a alguna ocurrencia de sus compañeros de primaria, y Graciela protestando porque no le alcanzaba el día para ordenar la casa, hacer las compras, preparar la comida y encima atender a las pocas clientas que tenía en su oficio de peluquera y que, protestaba “vienen aquí a chusmear y a dejarme toda desordenada la casa, dejan pelo y tintura por todos lados... ”
José escuchaba en silencio, pero ni los fideos con pesto ni el vino que estaba tomando lograban cambiarle el animo sombrío que lo había ido ganando desde que supo que su padre no había llamado.-
Miró nuevamente la hora, once y quince de la noche, pensó cuanto tardaría en ir desde Caballito, donde vivía hasta la casa de la calle Lavarden, en Barracas, donde vivía su padre, mas de cincuenta cuadras, pensó.-
Hizo los cálculos rápidamente, él estaba acostumbrado a calcular los tiempos de viajes, cada día salía de su casa a las seis y media de la mañana para ir hasta la imprenta de la Universidad.
Su casa, un PH que disfrazaba lo que alguna vez había sido un conventillo estaba sobre Yerbal, casi esquina Hidalgo, caminaba por Hidalgo, llegaba a Rivadavia y por Rivadavia cruzaba Acoyte y tomaba el Subte, se bajaba en Once y allí tomaba un colectivo que lo llevaba hasta Córdoba y Larrea, donde estaba la imprenta, total entre treinta y cuarenta y cinco minutos de viaje, dependiendo del día y el tiempo.-
A esta hora ya no tendría subte, así que tendría que tomar un colectivo hasta Barracas, él no era muy ducho con los colectivos, salvo el que lo llevaba a la imprenta, se puso a pensar cual lo acercaría mas, seguramente alguno que lo acercara a Once y después de allí cualquiera que fuera hasta Pompeya, si... había varios.
Sintió que Graciela lo llamaba desde el dormitorio y pensó que lo mejor era irse a dormir, había madrugado como todos los días, luego había ido a la imprenta, había trabajado hasta las dos de la tarde y después había caminado toda la tarde ofreciendo los productos de peluquería con los que se ganaba un suplemento para su sueldo de empleado público.-
Seguramente el Viejo estaría durmiendo lo más tranquilo y no tenía sentido ir hasta Patricios para encontrarlo durmiendo feliz y contento, desabrochándose la camisa se dirigió al dormitorio.-Desde la puerta miró a Graciela, ya acostada, semi tapada con la sábana, una pierna al descubierto, las insinuaciones de su carne, de su muslo desnudo le despertaron esos instintos que se le estaban adormeciendo de tanta imprenta y de tanto tratar de vender productos para peluquerías.-
Sintió que la sangre corría por su bajo vientre y unos deseos de acariciar ese cuerpo que se insinuaba semi tapado sobre la cama.-
Se sacó el pantalón, se metió en la cama, y pasando sobre el cuerpo de ella apagó la luz del velador que Graciela había dejado encendida, en su pecho sintió el roce de sus pezones, naturalmente dirigió su mano hacia ellos.-“Las chicas duermen?”... preguntó ella.-
III
A las cinco y cuarenta y cinco sonó el despertador, Graciela instintivamente estiró su brazo y lo apagó, al hacerlo corrió la sábana que cubría su cuerpo y dejó al desnudo su torso, en la penumbra se sonrojó al sentirse desnuda, recordando la noche anterior, se acercó a José y lo despertó con un beso en la mejilla.-
“Me voy a lo del Viejo” le dijo él, “estoy intranquilo, avisá al trabajo que llego tarde”. -
Se levantaron, José fue a pegarse una ducha y ella a preparar el mate con el que cotidianamente desayunaban, prendieron el televisor para ver las noticias de la mañana y tomaron mates tranquilos.-
A las seis y media Graciela comenzó a despertar a las niñas y José salió para la calle luego de besarla en la mejilla.Comenzó a caminar por Hidalgo hacia Acoyte, cuando de pronto un nudo le oprimió el pecho y le produjo arcadas, decidió tomarse un taxi, el primero que pasara.-“Lavarden y Pedro Chutro, en Parque Patricios” le dijo al chofer mientras encendía un cigarrillo, el quinto ya de la mañana, pese a que cada día se prometía dejar de fumar.-
El taxi tardó exactamente veinte minutos en llegar a la dirección indicada, lo dejó en la esquina.-José caminó sobre Lavarden los pocos metros que lo separaban de la casa paterna, que también había sido la casa de sus abuelos, sintiendo que su corazón latía angustiado.-
Del bolsillo de su campera sacó la llave de bronce que años atrás le había dado su padre y la puso en la cerradura de la puerta que estaba cerrada con llave.-
Cuando entró el olor del jazmín del Paraguay inundó su nariz, luego los otros olores conocidos, el de la lavanda mezclándose con la ruda macho y el viejo olor a su casa paterna tantas veces sentido durante su adolescencia.“Viejo!!” dijo en voz alta en cuanto atravesó la puerta, “Viejo?” repitió en voz mas queda acercándose a la cocina.
No tuvo repuesta.-
Sobre la cocina la pava se ennegrecía con su base enrojecida sobre la hornalla todavía encendida, sobre la mesa estaba el paquete de yerba Cruz de Malta, el mate con la leyenda “Recuerdo de Córdoba” sobre el cuero y a su costado la bombilla.-
El Viejo, don Juan, estaba sentado a la cabecera, con su barbilla apoyada sobre sus manos que sostenían la empuñadura del bastón de tacuara, lustroso y brillante como el primer día, los ojos cerrados, la cara apacible, como si estuviera conversando con alguien sentado frente a él, alguien que estaba sentado en la silla que tenía sobre su respaldo el saco de corderoy, o de pana, como diría el Viejo.-
En los ojos de José aparecieron dos lágrimas y mil imágenes de esa misma casa junto a ese mismo Viejo: los dos cortando la parra seca ya por los años, los dos baldeando la galería, los dos protestando por el olor de la ruda macho que doña Ana se empeñaba en mantener vivas para evitar las envidias, los dos apurando la comida los domingos para ir a ver a Huracán, los dos compartiendo un vermut mientras en el fondo el fuego iba tomando fuerzas para cocinar el asado que compartirían juntos con toda la familia.-
Se acercó a Don Juan, al Viejo, con su mano izquierda apoyó su cabeza yacente sobre su vientre, se inclinó y lo besó en la coronilla, el cuerpo del muerto se inclinó con el movimiento sin soltar el bastón al que sus manos estaban aferradas.-
IV
Dos semanas después el entierro del Viejo, de don Juan, José le pidió a Graciela que se ocupara de sacar las cosas de él de la casa, no debía quedar mucho, que sacara lo mas personal, la ropa, sus recuerdos, las fotos, “no sé, vos fijate, esas cosas a mi me duelen y no puedo hacerlo” finalmente le dijo, “de lo otro después me ocupo yo, de los muebles, la vajilla, no se... lo que quede”
Graciela pensó en las horas que le llevaría hacer todo eso y decidió que lo mejor era hacerlo el lunes, día de las peluqueras, día en que no atienden al público, y dudó en pedirle a Ana María, la mayor, que la ayudara o no, mas que especulando con el tiempo que le ahorraría la ayuda, pensando en la necesidad de una compañía al momento de tener que sacar las cosas personales del suegro recientemente muerto.-
El lunes siguiente, a las cinco y media de la tarde Graciela estaba entrando en la vieja casona de Barracas acompañada de Ana María, a la que había retirado del colegio media hora antes.-
El jazmín del Paraguay ya no aromaba la vieja galería, días sin agua habían agotado su capacidad de perfumar el ambiente, la protección de las ventanas no servía de mucho para las lavandas sedientas y la lucha contra la envidia que brindaba la ruda macho se había debilitado por la ausencia de una mano que les brindara cuidado.-
La casona resonaba a silencio, ambas se dirigieron hacia el dormitorio del viejo matrimonio para retirar las cosas personales de don Juan, colocarlas en un bolso lo mas ordenadamente posible para después llevarlas hasta la Iglesia de Pompeya, para que las distribuyeran entre los necesitados.-
Sabanas, frazadas, camisas, puloveres, pantalones, un viejo traje, unos cuantos pares de medias y de calzoncillos y algunas otras ropas menores entraron perfectamente en el bolso.-
Revisaron la habitación y las contiguas y no encontraron nada mas de interés como para meter en el bolso, volvieron a revisar las habitaciones y las cerraron cuidadosamente con llave cada una de ellas.
Antes de salir de la casona, Ana María fue hasta la cocina, abrió la puerta y vio que sobre la silla de una de las cabeceras estaba el saco de pana marrón, y en el otro extremo de la mesa, con su empuñadura apoyada en el borde, el viejo bastón de caña.-
“Mamá, nos olvidamos esto... vení”
Graciela dejó el bolso cerca de la puerta de entrada y se dirigió a la cocina comedor, presurosa, como queriendo espantar recuerdos entró, tomo con su mano el saco de corderoy y retiró el bastón... ha alguien le servirá pensó, mientras el olor a colonia Atkinson que usaba su suegro, Don Juan, le llegó a su rostro proveniente del saco.-
Caminaron hasta la Iglesia de Pompeya, Graciela llevando el bolso con las ropas de don Juan en una mano y el saco de corderoy en la otra, doblado sobre el brazo, Ana María jugueteando con el bastón cual un Chaplin infantil, con ese bastón que al momento de hacerse no tenía mas que el grosor de sus brazos de niña hacía ya seis o siete años.
En la Iglesia dejaron las viejas ropas a una monja que las atendió y luego volvieron para Caballito, para su casa, para decirle a José que ya habían quitado todo lo personal de don Juan, que se quedara tranquilo.-
A las ocho y media de la noche entraron en la casa de la calle Yerbal, casi Hidalgo.-

V
José se levantó como de costumbre y fue hasta el baño para darse una ducha, Graciela se dirigió a la cocina y comenzó a preparar el mate, cuatro meses habían pasado desde la muerte de Don Juan y la tristeza comenzaba a atenuarse con los quehaceres y las preocupaciones de todos los días.-
Secándose el pelo con la toalla José encendió el televisor para ver las primeras noticias del día, se sentó sobre el sillón y mientras esperaba que Graciela viniera con el mate comenzó a cambiar de canales con el control remoto, el 7, el 9, TN, Crónica, canal 26, era lunes y predominaban las noticias deportivas, sobre todo las del fútbol, Rosario Central peleaba la punta habiendo empatado el partido con River, que quedó segundo, mas atrás Boca y Velez todavía tenían esperanzas de salir campeones del Apertura.-
Banfield se había calificado para la final de la Libertadores, pero de Huracán no dijeron nada, estaba en el campeonato de segunda, en el nacional A, con pocas posibilidades de lograr ascender.-
Las otras noticias eran comunes, un accidente en la Ricchieri, un asalto con tomas de rehenes en barrio Norte, el ministro de economía que decía que no iba a ceder ante el FMI, el presidente que volvía de Calafate y se iba a entrevistar con no sé quien por el tema del aumento de las tarifas, lo de siempre, lo de todos los lunes.-
Tomaron mate juntos, repasando lo que tendrían que hacer durante la jornada y exactamente a las seis y media José le dio un beso en la mejilla y salió para la imprenta de la Universidad.-Caminó por Yerbal hasta Hidalgo, la humedad de la mañana le dio un ligero temblor, metió sus manos en los bolsillos del pantalón, se pegó mas a las paredes de las viviendas y apuró el paso para alcanzar Rivadavia.-
Un viento del sudeste lo sacudió al llegar a la avenida, agachó la cabeza para protegerse y apuró el paso, en Acoyte tuvo que esperar que el semáforo cortara el tránsito para poder cruzar la calle, a esa hora si bien no era intenso, ya comenzaban a circular los que primero iban a trabajar.-Cruzó Acoyte y se entremezclo con los que se metían en la boca del subte para ir hasta el centro, muy pocos, cuatro o cinco, salían de las entrañas del transporte subterráneo para alcanzar la superficie de la calle.-
Iba ensimismado en sus pensamientos y calculando cuantos clientes tendría que visitar por la tarde si quería conseguir ese dinero extra que le permitiera salir de vacaciones en el verano, así que casi ni veía a quienes le rodeaban.-
Se acercó a la boletería, pidió dos pesos con diez de tickets, “tres” dijo, y se dio vuelta, esquivando a la mujer gorda que lo seguía en la fila para cruzar el molinete y esperar el subte.-Entonces fue cuando sintió que lo rozaban, un anciano de larga barba blanca, encorvado por los años y la miseria, uno de los tantos mendigos que duermen bajo la protección que dan las estaciones de subtes.-
“Estoy cerca” fue lo único que le dijo casi sin mirarlo, y se alejó subiendo las escaleras apoyado en el lustroso bastón de tacuara, coloreado por el fuego, tornasolado con puntos más oscuros, casi negruzcos en los nudos de la caña, pero sin que estuviera quemado, barnizado; lentamente, con esfuerzo, el mendigo subía las escaleras que lo llevaban a Acoyte y Rivadavia, protegiéndose del fresco de la mañana con un saco de pana marrón.-
“Corderoy” pensó José, y el olor de la colonia Atkinson llegó a sus narices.-

Los gustos


Me gusta el mar
Cuando de la playa se retira,
Rechazado por duras piedras,
Arrancando blancas espumas,
De las algas que dormidas,
Esperan solo un beso, para acariciar eternas
Las aguas del olvido.
Me gusta el cielo,
Cuando recién amanecido, estalla,
En un rojoazulnaranja de soles contenidos,
Y se junta con la tierra a fecundar la luz,
Que adormecida, se despereza de las sombras
Para invadir el día.
Y los pájaros que vuelan
Y el frío que cabalga sobre los rayos del sol
Me gusta el viento,
Cuando corre incontenible, sobre mi cabeza
Y clava inclemente agujas en mi rostro
Que es el frío.
Y la nieve cuando cae
Y la escarcha y la lluvia,
Con sus recuerdos tristes, de violines llorando.
Me gusta la vida si la puedo compartir
Me gusta el amargo mate,
Cuando lo tomo con amigos, o cuando solo
Me acompaña en la noche y es amigo.
Y el cigarrillo, calor profundo y tierno
Necesidad de tener cuando no tengo.
Y los libros, y la música y la poesía
Me llenan el alma con silenciosa compañía
Me gustan las amantes,
No las que se compran, sino las que se entregan
Por todo lo que reciben, casi esperando nada.
Me gusta tu compañía, una noche de cine, café y silencio.
Y en el lecho sentir el sexo, y su ausencia
Y sus días, y los olvidos y la nada y el todo
Con que quiero cubrir a los recuerdos.
Me gustan tantas cosas,
Que tengo y no tengo.
El llanto de mis hijos y sus sonrisas.
Tus ojos al agrandarse y su pícara sonrisa
La charla con la Madre que hoy es solo amiga.
El coñac cuando me quema y la puerta que se abre
Y la vida que no cesa y todo lo vivido.
Me gusta ser el que soy,
Por tonto y por iluso, por odio y por amor.
Por lastimarme aun queriendo y por no decir que amo.
Me gusta de la vida, todos sus momentos.
Los buenos por mejores, los malos por recuerdo.
Me gusta de mi mismo, el mirarme en el espejo
Y decirme francamente el dolor que yo siento

Mañana

                 
                          Cuando tenga apresado                                      
Al sol de mañana
Entre las alas
Veloces del pasado,
Beberé del vino
En la copa de los árboles
Y echare quietas raíces
Con los pies
Del caminante amigo.
Aprenderé a volar
Con los sueños
Del hijo ya crecido,
Y enjuagaré de amores,
Mis noches no dormidas.
Seré el beso
Que deja el vaso
Entre los labios.
La caricia
De la lluvia que nos moja.
El calor fraterno
Del alcohol olvido.
Y mi voz será el viento
Por pajonales reverdecidos.
Cuando acabe
Mi noche no dormida,
Haré el amor
Con mujeres de la vida.
¡¡De la vida!!
Dije.
De la vida que un día
Creí que terminaba,
Y la encontré de pronto
En la voz dulce
De una Caqui temblorosa,
En la copa
Que me pago un amigo.
En el silencio
Con que Oscar
Contestó mi pregunta
En el llanto adormecido,
De mi hija que me llama.
En el saludo tras el vidrio
De una sonrisa que no olvido.
Haré el amor
Bañándome con besos
No comprados con rutina
Todos los días.
Y saldré al sol
A mojar mis manos
En la tierra,
A secar mi piel
Con el calor
De una nevada,
A mezclar mí silencio
Con todas esas voces
Que ahora no escucho
Pero que se están allí.
Cuando apague
La última estrella
De esta noche sin fin,
Lo voy a hacer
Con la luz de unos ojos
Acercando mí pecho
A sus pechos,
Y veré de allí en más
El sol amanecido
Entre juegos de amor.
Y con los cuerpos desnudos
Embriagándonos de besos
Tomaremos con las alas
Nuestro sol de mañana.