martes, 31 de julio de 2018

Esperanzadamente


Asilado en una sombra obscena,
en el exilio de la misma infancia,
el tiempo anda perdido, inasible.
Desvistiendo, terco, días y noches,
arrumbando planes no cumplidos,
abreviando la recta simetría del mañana.
Tumultuoso arrasa cada alborada
con la exactitud de menguar las horas.
Arrastra, en su vocación de incertidumbre,
la clave que permite acertar lo eterno.
Respira su secreto de hojas muertas
en el recóndito domicilio de la certeza.
Empero, en el oficio usual de ir viviendo,
nos empeñamos en alcanzar con ahínco
esa rara concavidad incandescente
que esperanzadamente llamamos futuro.

Ilustración: "s/n" - Robin Wight



Alguna distinta vez

En la penumbra, confidente,
llevo los pasos hacia el azul.
Entreabro la trivial hoguera
donde divagan los regresos.
En la floja agonía de mis labios
perdura el perfume de tu aliento,
dejando huellas de diosa y quimera.
Callada la tarde bruma, sube
con tenue andar de dama cautiva,
el delirio cruza tu sombra, azul,
cual hora de mares de silencio.
Lentos monosílabos naufragan
en el cuenco de mis labios errantes.
Alguna distinta vez he de hallarte
en mis desvelos, sobre mi piel.



martes, 24 de julio de 2018

Sin darnos cuenta


No nos dimos cuenta. No supimos
que habitaba el breve espacio del besar.
Así, dejó de ser palabra, fue movimiento.
Desaprendido y bajo la piel, fue río,
abismo, eco, misterio, encantamiento.
Apertura de una mañana que se esfuma.
Vacío, espacio estelar de dulzura,
Convivencia asombrada, otro cuerpo.
Transparencia de caricias imposibles,
parte indisoluble de un aire absurdo.
Fue como lo vivimos. Sin darnos cuenta.


sábado, 21 de julio de 2018

Aspiración rosada

Tu voz aún suena, mis brazos crecen.
La tierra columpia su secreto inocente,
mi voz te llama, sola, gimiendo trémula.
Aires celosos son retenidos con esfuerzo,
la brisa orea el aire impertinente del alba.
El mundo es sonido, aspiración rosada.
Aquí apareces, en tu ausencia, absorta,
a deshora, inmóvil, transcurres inanimada,
vaporosa como delgada luz de amanecer.
Y así tu ser no está con quien lo aguarda,
no está con el hombre que sabe más de ti.
La melancolía traspasa, inmóvil y dormida
ventanas y gemidos, murmullos de calles,
como una espina aguda en las horas puras
después las pulsaciones ya están contadas.
Redobles graves y oprimidos no contemplan
el río que viaja llevándose, desolada, mi figura.



martes, 17 de julio de 2018

Casi todo


El corazón disperso, flotando,
en aquel sitio en que dejamos
la noche segura y abundante.
Cosas comunes habitan, ocultas,
en el límite del cuerpo. Y crujen.
Menguadas, las orillas de la piel
se disuelven en liberal desnudo
de tardes saladas, errando cosas,
vivamente deseadas. Posibles.
El tiempo es una pausa ondulada
en las puntas felices de tus pechos,
resaltando la bruma de tu cuerpo,
sabroso, salobre sobre sabanas
insurgentes de caricias intranquilas.
Violeta, la humedad de las tardes
parpadea discretamente. Injuriante.
En ese minuto nos habita casi todo.

domingo, 15 de julio de 2018

Nada mas

Hoy es un día sin islas.
El tiempo es huida,
las horas, sin agonía,
no tienen alas ni peso.
La memoria, acoso huraño,
pierde su dulzura umbría
en un cotidiano dormitar
escolta de sueños huidos.
Todo es más que incierto
allí donde crece y calla
el ansia cierta de la tarde.
Solo es domingo. Nada más.



La herida y la azucena


El tiempo de la herida y la azucena,
el de la locura y el bello desorden
fue reemplazado, en efímera cita,
por una pequeña ayuda a mi aorta.
Estocada recibida sin queja ni grito.
Ahora debo fingir que estoy dormido,
presuntuoso de garbo y desventura,
callándome en el verbo y en la acción,
hasta el tiempo en que, la carne renovada,
recupere en una aurora, el ala que la sirve
y lento llueva contra la tarde y tu retrato

viernes, 13 de julio de 2018

Desterrados

Siguiendo la huella de algo,
en la calle de la vida un día
tropezamos, saboreando
al unísono, un mismo aire.
Embarcamos, desterrados,
un bajel con deseos de amor.
Tu portando una ternura tenue,
fragancia de pesadumbre yo.
Vivimos vértigos de gozo,
jornadas de mutuo cansancio,
agonías mínimas y serenas,
disfrutando la vaga expiación
del crepúsculo en tus senos vivos.
Mi pulso indago tu mirada, sin temer
al ocaso que ambos presentimos.
El amor yermo enfrío la noche
sin el abrigo de las viejas primaveras.
Con dulces voces de despedidas
el adiós se pobló de letanías