viernes, 30 de septiembre de 2016

Perfección de pecadores

¿Porqué no tener sueños prohibidos?
De esos que se castigan con la pena
de desearlos y no poder consumarlos.
Que sean pecados graves e imperdonables,
y tenerlos en la frente, a cara descubierta.
Que sean indecentes pero no decadentes.
De esos sueños malos, casi adolescentes,
sueños de dioses falsos y ardores verdaderos,
de chocolate y bombones de licor.
Que se hagan realidad con una mirada,
que sean breves, precarios, pero intensos.
Tenerlos después de cenar o a medianoche,
que se posen sobre todo el cuerpo
y desplieguen sus deseos de revolotear
por la constelación de nuestro universo.
Que desciendan como plumas, suavemente,
en caravana, unos tras otros, decididos
a dejarnos sin respuestas desde el vamos,
desde el inicio de los tiempos.
Sueños inolvidables, repetibles, de entrega,
que nos recorran con un escalofrío
dejando tibieza  en el laberinto de la piel
y un grito ahogado sobre la almohada.
Poblados de instintos e imágenes paganas,
sueños que nos hagan condenables
a un eterno insomnio  de esperas.
¿Por qué no tenerlos?
y descubrir nuestra perfección de pecadores.


jueves, 29 de septiembre de 2016

Cuando llora el cielo



El río lleva los secretos de la laguna.
Nunca regresa a contar donde los lleva,
los transporta sin pedir nada a cambio.
En líquido silencio, la laguna confía en él.
La pradera ve pasar al río y lo interroga,
pero ni en las noches de melancolía
el torrente confiesa lo que su cauce guarda.
Monótono, en su sencilla profesión de andar,
no responde a la inocente curiosidad de las flores,
ni a los intrigantes saltos que las cascadas
con sus bajadas le propinan.
Cumple su promesa de guardar las palabras
en su interior, aun con los gritos callados que lo aturden
en los rápidos que siguen a las caídas.
Cuando transita un poco más tranquilo,
se permite soñar con el esplendor de la laguna,
y entonces amalgama su fidelidad de confidente
con el amor a la que nunca más verá.
Tormento interminable que solo halla calma
cuando llora el cielo.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Que exista el rey

Tal vez un artista hipoteca su vida en plumas,
en ese rincón donde se arrastra el alma efímera,
en la nada de un veredicto confidencial se libera
la estética de la creación, con la eterna intriga del saber
si para uno mismo se crea o se hace pensando en otros.
Un huracán interno bulle imágenes, letras e ideas,
brutos diamantes a los que creemos procurarles lustre,
y tal vez no son más que espejismos que nos atrapan
desde nuestro propio ombligo, roto de abundante narcisismo.
Mirar y ver lo creado nunca es la misma cosa.
Mirar lo miramos, aunque no siempre alcanzamos a verlo.
Serán irremediablemente otros ojos, libres y ajenos,
los que juzgarán en libertad el valor de lo creado.
Igualmente vale la osadía de no callarse nada.
Para reírse de un rey, es necesario que exista el rey.


Sueño confuso


Mañana, o quizás ayer, alguien pasó por esta calle.
Un perro llamado perro, cinco caballos invisibles.
una vaca preñada camino al partero o al matadero,
una golondrina riéndose del buen dios del verano,
un loro canturreando loas a su libertad desde una jaula.
El alma doliente de un camello añorando el desierto,
la gaviota que soñaba con el mar de los Sargazos,
una gallina con plumas de oro rumbo a su casamiento
y hasta un hombre amarrado a rutinarias pequeñeces.
Anoche pasaron todos y hoy volverán, seguro, a pasar.
Vendrán a buscando lo confuso en lo que es muy simple,
una calle, una historia, un último poema y  un gato.
Un gato con sus manos sobre una guitarra que no está,
esperando un martini que no va a llegar. Dialogando
con quienes quieran cargar con sus felinos sentimientos
o con una niña preguntona con una cajita de celofán.

Ilustración: "s/n" - E. Luchenchen


martes, 27 de septiembre de 2016

Demasiado tarde

Buscan la utopía en un vaso de cerveza,
una caricia en el  soplo de un encuentro.
En el vacío de un puñado de preguntas
viven gozando un pavoneo de juventud,
creyendo que es eterna esa circunstancia,
efímera y temporal como lluvias de verano.
Pero esto, se experimenta demasiado tarde.


lunes, 26 de septiembre de 2016

Soltería


Despertará en medio de contrasentidos y esdrújulas,
a destiempo, con las alas en el medio del camino,
sin que esté la armonía cromática que regala lo onírico.
Camino hacia el sur beberá un fuerte café a la turca,
única manera de poder sacudirse todos los favores
que las sábanas aun le han dejado en las pestañas.
Ha llegado el tiempo de buscar y hallar el nuevo día,
de ir saboreando bocaditos de mundo tras un escritorio,
mirando por la ventana los buenos modales de la pared,
la prolija pared de ladrillos rojo pasión ya deslucida
por el paso de los años y la catarsis de expedientes.
Tal vez al mediodía, con rabia y pena, pueda almorzar
amapolas junto a un jefe, un travesti y tres sicarios.
Algo pasara cuando den las seis y se regrese a casa.
Desde el escaparate, el hombre del espejo saludará
a los perfectos pasajeros que se adormecen en el colectivo.
Con repetido asombro, en el local de comidas rápidas,
comprará medio pollo y un flan con dulce de leche.
Encenderá el gas, acomodará su silla, prenderá la tele.
Cuando la ciudad se encienda, se apagará en el lecho
rezará dos “cuanto te amo libertad “ y un “viva la vida”.

Verdad

Pretender adivinar el mañana,
es tan inútil
como dibujar certezas en el agua.


domingo, 25 de septiembre de 2016

La chica del paraguas azul


La tarde se llovía en melancolías, Juan Manuel la veía peregrinar detrás de las lágrimas de la ventana mientras su café se iba enfriando lentamente.

Sabor amargo guarda el café de las soledades. Los goterones formaban burbujas en su repiquetear sobre el asfalto. Intentó contarlos para acelerar el paso del tiempo. Tarea inútil.

No se aceleran los minutos cuando la melancolía es una toga que nos doctora en adustos contempladores de la nada.

La calle, infinita, ajena, y anegada le traía a sus ojos ventarrones de olvidos que se estrellaban contra el vidrio que lo protegía.

El pocillo solo guardaba una impredecible borra que nada le auguraba. La tarde del domingo moría sin dejarle novedades.

Al principio no la vio, un inmenso paraguas azul, desde la vereda de enfrente, le apuntaba directamente emboscando el cuerpo que ocultaba.

Las botas negras bajaron del cordón y chapoteando adoquines se acercaban con firmeza hacia donde él estaba.

Se abrió la puerta del bar y un paraguas azul se abalanzó junto con un torbellino de frío y agua. Detrás estaba ella.

Pero no terminó de verla, sino hasta que el paraguas se cerró y comenzó a dejar un rastro acuoso y transparente sobre los viejos baldosones. Se sentó en una mesa contigua, frente a él.

El cabello se le pegoteaba, húmedo y rizado, sobre el rostro limpio y pálido, sus ojos negros lo miraron, y la boca trazó un mohín de fastidio. No supo decir si por la lluvia o porque la estaba mirando.

Colgado por su mango de la mesa, el paragua azul iba lentamente dando vida a un pequeño charco junto a sus botas negras. Pidió un té con limón y sacó del bolsillo de su campera un atado de cigarrillos, otra vez el mohín de fastidio le dio un toque especial a su cara, sobre la vidriera un inmenso cartel recordaba que estaba prohibido fumar dentro del local.

Notó que Juan Manuel la observaba, y le regaló una sonrisa como diciendo “paciencia”, mientras el mozo le acercaba su pedido.

Juan Manuel devolvió el gesto, arqueando las cejas y levantando los hombros, “no hay más remedio” quiso decirle.

Ella pidió el diario, lo abrió en la penúltima hoja, lo plegó al medio, y comenzó a hurgar en su cartera.

-     ¿No tendrías una lapicera? – preguntó como quien dice buenos días o buenas tardes -  quiero hacer el crucigrama.

Le acercó, estirándose sobre la mesa, un bolígrafo que guardaba en su bolsillo y volvió a mirar por la ventana.

-     Cantidad de meses en que dividían el calendario solar los aztecas ¿sabes cuantos son? – preguntó la chica del paraguas azul.

-     No tengo la menor idea – respondió Juan Manuel – ¿cuantas letras?

-     A ver… dejáme contar… una, dos… nueve. Nueve letras.

-     ¿Sabes con que comienza?

-     Si supiera no te estaría preguntado no? ¿Porque no te acercas y me ayudas a completarlo? ¿O tenes algo que hacer aparte de mirar caer la lluvia?


Juan Manuel abandonó su mesa y su pocillo de café con una borra que no dice nada y se sentó frente a ella. El paraguas azul, como dejando espacio, cayó al suelo, mojándolo aún más. Ambos rieron.

No supo si habían terminado el crucigrama o si fue el té quien se rindió primero, si había pasado media hora o si la tarde entera se consumió entre definiciones y letras. Lo cierto es que ahora estaban caminando bajo el paraguas azul hacia su departamento.


Mínimo, apenas un mono ambiente con una kitchenette y un baño donde goteaba alguna canilla. El resto, una pequeña mesa con dos sillas, una biblioteca que dividía el ambiente en dos y en la que se apretujaban libros y un equipo de música, un sillón de un cuerpo sobre el que dormitaba una campera, y del otro lado de la biblioteca la cama y un televisor.

Al paraguas azul lo colgaron del estante del medio. El dejó allí su billetera.

No fue necesario encender ni el equipo de música ni el televisor, la lluvia, ahora ya no tan fuerte, brindaba suficiente intimidad para lo que deseaban.

La modorra de las horas primeras de la tarde, dio paso al vértigo de dos cuerpos que se desatan en otras tormentas. No hubo truenos ni relámpagos sobre esa cama, solo el crepitar del somier en la agitación que conlleva la acción.

Las luces de la calle y de algún cartel luminoso le permitían a Juan Manuel observar el mohín de satisfacción que se formaba en esa boca que dormitaba sobre su pecho. Mirándola se durmió.

Un bocinazo y los gritos de algún repartidor lo despertaron el lunes por la mañana. Con pereza abrió los ojos y tendió la mano, el lecho estaba vacío. En el baño la gotera seguía emitiendo su monótona y monocorde repetición.

Se incorporó lentamente, sacudiéndose la modorra y los últimos resabios del sueño.

No vio el televisor, ni el equipo de música, ni la campera dormitando sobre el pequeño sillón. Menos aún la billetera.

El cuarto estaba vacío.


Solo en la biblioteca, en el estante del medio aun goteaba el paraguas azul.

Mutismo nocturno

En las noches el silencio es mejor.
Tiene un algo de final de cuento,
la sabiduría de los extraviados y los amantes.
Un amargor que envenena dulcemente,
la confusión del desconsuelo
y un desvanecerse con mínimo esfuerzo.
El mutismo nocturno recuerda pequeños derroteros
de pensamientos sin describir
que se acumulan y pasan deprisa.
Peregrinos en esas telarañas que tejemos
y engarzamos con la imaginación,
y que, como buena nodriza, alimenta ilusiones,
universos paralelos y la paradoja
de resolver las dudas no resolviendo nada.


Aquí estoy


Aquí estoy.
A dos años de ser malparido
entre los durmientes de las vías
queriendo ser bienvenido en esta Babilonia
que es como una aventura por Laos.
Estamos todos, un preso, un trío y un gran vacío.
Vamos juntando recuerdos perdidos,
esa tradición de familia
plasmada en un cuadro con olor a viejo.
Inconmensurable salgo a buscar una canción
indagando extraños remedios
para algunos de esos males incurables
que traen los eclipses de Saturno.
Escucha, y si mucho no me entiendes,
te pido que no te vayas tan lejos que te olvide.
Que más se puede pedir a un extraño
que esperar contra toda esperanza.
No te olvides. Aquí estoy.

sábado, 24 de septiembre de 2016

El color de la desilusión

¿Cuál es el color de la desilusión?
¿Tendrá un solo color o será policromática?
¿Será negra del principio al final?
¿O comenzará siendo traslúcida, transparente
para tornarse cada vez mas osca?
¿Se iniciará oscura y renegrida, insoportable,
y el tiempo la aliviará en su pesar?
Yo no sé describirla, nunca la desilusión
visitó mi alma transparente.
Tal vez alguien que una vez ame
quiso dejármela en guarda,
pero la perdí en la primer esquina que crucé
No sentí su hormigueo cuando algo andaba mal,
ni tampoco cuando el amor se desbarrancaba
después de un eclipse de noviembre.
Se arrimó en el ocaso de un desengaño
pero un arcoíris la alejó en el último suspiro.
Tampoco su infartante sabor
se aventuró en alguna injusta separación.
Algo me pasa  con la desilusión.
No sé si desconozco su discreto y cruel encanto
o se me oculta en la desmemoria.


viernes, 23 de septiembre de 2016

Sugiriéndote


Tráeme lánguidamente a tus pensamientos,
agrégame al jardín prohibido de tus secretos.
Regálame espacios en los que pueda amarte,
aprisióname en el laberinto de tus miradas.
Cállame todas las palabras como tú prefieras,
déjame temblar en el regazo de tus encantos.
invítame  a ser parte de tus diarias rutinas,
piérdeme en el claroscuro de tus íntimos latidos.
Protégeme de tus ausencias y de tus silencios,
búscame en el misterio tierno del viejo roble.
Tenme ahí, contigo y para siempre de los siempre.

Un buen día

 Vamos a vivir un vuelo a la memoria,
vagabundeando por algunos minutos
en la tempestad de nuestra mente.
Viajemos tan cerca pero tan lejos
como nos concedan nuestras alas.
Pidamos perdón por la intromisión
en esos secretos íntimos que tenemos.
Visitemos a la luna que duerme
y gocemos imaginando disfrutar
de todos las ilusiones y espejismos.
Pensemos que hoy va a tener que ser
un buen día, como para no olvidar.
Vamos, caminemos juntos y sonriendo,
entre el silencio, el sol y las sombras.


jueves, 22 de septiembre de 2016

No me basta


Una sola vez no me basta,
porque aun no estoy listo.
Tal vez con dos o tres pueda
alcanzar a decir ya basta,
o usar algún nuevo artilugio,
quizás alguna conversación,
o buscarle la mejor vuelta
para lograr tener algo más
y así poder satisfacerme
de esa desquiciadas ansias
de hundirme en tus abrazos.

Di-vagaciones

Volver con tres palabras en la mano izquierda
llevando un regalo para tu sonrisa.
Dejar sin denominación la llegada de tus besos,
sacar lo bueno de las letras y los acentos.
Llegar en puntas de pie con perfumes de ciruelos,
amarte en la inocencia de un domingo.
Compartir la sexta parte de una canción con ritmo de blues,
pensar en completar un rompecabezas
y dejarlo olvidado entre las cobijas y las sábanas.
Disfrazar la casa de tienda de permutas
y el que esté libre de pecados que haga la sopa.
Si todo esto no nos alcanza y falta más,
buscar un súper héroe en el mercadito del chino,
encerrarnos bajo llave siete días enteros
y dejar que el mundo reflexione sobre un amante falso.


miércoles, 21 de septiembre de 2016

Vendaval


Desmemoriado, el cielo despierta un poco exigente,
germina una tormenta a su imagen y semejanza.
Algo pasa en las alteraciones que vibran en el aire,
un abordaje de convulsiones invade los caminos,
se esfuma la quietud humedeciendo el espacio.
Vocaliza en el poniente, con sonoridad de tenor,
un enjambre de  vendavales que acaban por llegar.
El paisaje va siendo dominado por un oscuro tremolar,
martillan reiteradas las celosías su palabra golpeada.
Dispersar hojas, ramas y papeles es un trabajo fácil
para ese estertor que se expande en la cargada atmosfera.
Ganan presencia los olores que preceden la borrasca.
Todo es un inconcluso desconsuelo que no estalla,
y de pronto reina la ofuscación del sórdido silencio.
Una calma de autorretrato esbozado y sin perfeccionar
que se quiebra en el rotundo retumbar de un trueno,
precedido de un parpadeo breve que centellea en lo hosco.
Entonces, se precipita en derrumbe ese pelotón inacabado
que habita en los nimbus y sin parar se arroja con fiereza
contra el destino insondable de la resignada tierra.

Ilustración: "Vendaval de trazos" . Flavia Mendez