En el letargo se adormece la tarde
mientras arranca su último vuelo
el urgente colibrí de la distancia.
El silencio amargo lastima las horas,
su viejo destino plagia la resolana
como si el olvido quisiera quedarse.
Suspendido, el calor es un suspiro,
emana el suelo un perfume animal.
De lluvia y nostalgia se viste el aire,
modulan las ranas sus penurias
y el viento las arrastra sin destino.
Se adivina el andar de un alma perdida,
engalanando sus velos para la noche,
en ella soltará coplas de estrellas
invocando un desesperanzado amor
por el cual guarda profundo dolor.
Su secreto se condensará en rocío,
nostalgias y penurias que se guardan
en acordes que repetirán los grillos.
Ya no busques mi niña nocturna
a quien un día se fue con la bruma,
no sigas amando a ese ingrato
que con engaños golpeo tu puerta.
Siembra esperanzas en tu valle
y riégalas con la suma de mis sueños,
porque niña, tú tienes, lo que yo deseo.
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