sábado, 17 de septiembre de 2016

Sepia

Sepia puede ser el color de un beso negado,
de aquel amor que no alcanzó a cobijarnos,
o del ocaso al que arriba la delicia carnal.
De esos momentos en que la pasión varía,
como la temperatura en cambios de estación.
Su tonalidad arde con una llama que se apaga
cambiando a una saturación cada vez más débil,
aunque mantenga por instantes esos impulsos
aguerridos y fuertes capaces de callar al viento.
El sepia es un color intruso entre el rojo apasionado,
idolatrado demonio de consumadas frivolidades,
y un anaranjado pálido y opaco cercano a la indiferencia,
que manifiesta el preludio de ulteriores soledades.
Irónica y sorpresiva mezcla que proviene de la vida
y con o sin razón, nos tiñe cuando en ocasiones esta se vacía.






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