miércoles, 28 de septiembre de 2016

Que exista el rey

Tal vez un artista hipoteca su vida en plumas,
en ese rincón donde se arrastra el alma efímera,
en la nada de un veredicto confidencial se libera
la estética de la creación, con la eterna intriga del saber
si para uno mismo se crea o se hace pensando en otros.
Un huracán interno bulle imágenes, letras e ideas,
brutos diamantes a los que creemos procurarles lustre,
y tal vez no son más que espejismos que nos atrapan
desde nuestro propio ombligo, roto de abundante narcisismo.
Mirar y ver lo creado nunca es la misma cosa.
Mirar lo miramos, aunque no siempre alcanzamos a verlo.
Serán irremediablemente otros ojos, libres y ajenos,
los que juzgarán en libertad el valor de lo creado.
Igualmente vale la osadía de no callarse nada.
Para reírse de un rey, es necesario que exista el rey.


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