jueves, 11 de noviembre de 2021

Heridos de futuro

Colores y papeles,

todo rápido

y la soledad

ahora que hago con ella?

Aroma persistente

el de la nostalgia,

efímero viento invernal

repite voces

por pasillos murmurantes

reclamando adioses

heridos de futuro

 



 

viernes, 30 de julio de 2021

Latentes e infinitas

 Vértigo, remolino,

mudez sin nombre,

reflejo de tu cuerpo

sujeto en la memoria.

Entremetida criatura

plegada en un absurdo

desvanecer del tiempo.

Ausencia que, presente,

rebasa los párpados

en algún lugar de mí.

Con salvaje inocencia,

reaparece en plegaria;

regresa, corre, escapa,

siempre viniendo de la nada,

de estar en un adentro

marchando por las venas

en gotas latentes e infinitas.


Ilustración: "Gotas infinitas" - Toshiro Yamaguchi

jueves, 29 de julio de 2021

Olor a espera

 


Se cree más de invierno la tarde,

mientras la memoria cursa la vida.

Un rito de paso, las hora y los días.

Ausencias tibias en la esquina

desgastada de manos ausentes.

El sol, incierto amante longevo,

se interroga a sí mismo, dudando

en amortiguar la angustia del vacío.

Lejos rebalsan, como migas solitarias,

restos insepultos de una historia.

Las paredes se despintan en las casas.

De vos, uva del tiempo, en algún lugar

me acecha asombro y olor a espera.

lunes, 26 de julio de 2021

Lucidez

 Caí en el vacío de sus ojos

de un solo salto al infinito.

Los pájaros dejaron de volar

y los crisantemos apuntaron

sus pétalos a un nuevo exilio.

El tiempo fue feroz y furioso,

me cubrió de hematomas

que disfracé de otros alivios

en la aplazada intemperie

de mil sofocos. Fui quimérico,

espejismo y reflejo indeciso

de cualquier mortal pecado,

inercia vaga de tontas excusas,

hilacha de una última palabra.

Hasta que en un abismo de ecos

la lucidez trajo algo de valor

a mi desnudo destino incierto,

y pude huir del carcelero amor

dibujando alas en mi espalda

y envenenando con risas el silencio.



viernes, 23 de julio de 2021

Incauto cielo

 


En los bordes de un gesto lejano,

marino tu cuerpo ligero de azahar

en el tenue sosiego del sándalo

con la serena paciencia del agua.

Fuego fatuo tu contorno en sueños,

ofreciendo vida, cariño y tu abrigo.

Te recuerdo en el tiempo perdido,

en la espera después de la llovizna,

y en el incauto cielo que sabe a deseo.

jueves, 22 de julio de 2021

Desnacer

 Uno, en el fondo,

no debería morir.

A lo sumo desnacer,

que es más fácil.

Retroceder las huellas

y los tantos gritos,

nadar en contra de todo

aquello que pasó,

resbalar hacia lo untuoso,

acurrucarse, solo,

en bocas del silencio.

Hundirse en una carne

que no es su carne,

y que amniótica cobije,

caliente y lánguida,

un deseo imposible

de sobrevivir al adiós

y al superficial olvido.



martes, 20 de julio de 2021

Ausencia en tintas

 


Ella era un tatuaje

que alguna vez

pensaba hacerme.

Una idea en azul,

provocador paso

que continuaba

hasta que punzaba.

Salvaje anhelo vivo

rondando en sangre.

Carente de coraje

para lacerar la piel,

germinó una amarga

ausencia en tintas.


Ilustración: "Ausencia de Poder" - Ostapenko


jueves, 8 de julio de 2021

Invierno sin sol

 Se abre el cierre de la vida

por detrás de una avenida.

Apura el paso una sombra

blanda y tibia, palpitante

como vapor de alcantarilla.

Hecha grito, una voz llama

detrás de un oxidado ornato.

Tambalea la calle con el eco

buscando volver al silencio.

La indiferencia hace que duela

el grito de alcohol y cigarrillo.

Blando y tibio el mutismo sigue

como puñalada por las calles.

Las personas solo pueden ser

a veces, tristes inviernos sin sol.



viernes, 2 de julio de 2021

Ritual de paso

 


Palabras y palabras,

dagas que atraviesan

aquella tibia ausencia

y la esquina gastada

donde se acurruca

la brizna de un guiño.

La lengua prohibida

al beso y al lenguaje,

invierte en desencantos

construidos en el aire.

Meros refugios inciertos

que rebalsan los párpados.

Apenas un ritual de paso

esta vida como destino.

Inventario efímero

 Energía de carne perentoria

se prende de mis espigas

y sus zonas transversales,

en una alborada impaciente

que sacude  la estupidez

con que todos mis sueños,

(grotescos y sin finalidad)

guían mi humanidad nocturna.

Asomo al ritmo del mundo

con un inventario efímero

de tus muy breves rubores.

Tu cuerpo, huérfano de cautela,

desnuda una soledad adulta,

resuelta, firme, (y desvestida),

me apremia a no moverme,

reconociéndome hombre

en tus misterios escondidos.



martes, 29 de junio de 2021

Ancestral


 Las manos, rotas,

tercas y taciturnas,

en veda de caricias,

como carne pulsativa,

hurgan en el viento

distancias que bostezan

la solitaria estupidez

de fatales errores.

Cavan las uñas lo hondo

de aquello que duele,

y se cuelgan del silencio

atrapadas en nudos

de sombras entrecortadas

como mudos puertos.

Ancestral, vuelvo en lluvias,

pero ya todo es en vano.



viernes, 18 de junio de 2021

Bajo la cúpula

 Bajo la cúpula aletea un dragón

travestido de ángel y hambre.

Es la ausencia en la intemperie

que excava el sentido del amor.

Busca mil formas y se instala,

acomodado, donde el abandono

incendia con sonido de recodos

devorando lo que no se ha ido aún.



miércoles, 16 de junio de 2021

Desamparo

 


Enormes abrigos para manos frías,

busco articulaciones ardorosas

al calor de una batalla vespertina.

Húmedas,  las pestañas del invierno

deshilachan frutos de las siestas.

En el desamparo de la tarde suspendida

la angustia es no poder descubrirte

en esas gotas de tu ausencia.



domingo, 13 de junio de 2021

Inconclusa ceremonia

 El hombre estaba allí,

patéticamente intruso de sí mismo,

arrasado y ultrajado

por perros verdugos de ojos amarillos

que le nacían de adentro.

Cruzado por el tiempo, crujía en su cárcel

                                                   de cansancio y hastío.

La tristeza, esa corrosiva sal amarga,

errática e incurable,

corroía las nervaduras de sus desgarros.

Sin embargo, estaba allí,

en un puerto sin pasaporte, sin valija,

en prematuro parto

de una inconclusa ceremonia de vivir.



Esas paredes

 


¡¡¡Ah!!! esas paredes llenas de apéndices,

que como sigilosos grilletes impedían

que tu cuerpo se minimizara y huyera

del abrazo que te estrujaba y disgregaba

en los elásticos márgenes de las caricias.

Esas paredes impedían la falsa resistencia

de tu avidez por defender lo que entregabas.

Por cauces sin cuidado surgían ansiosos

desmayares de artificio y necesidades.

Yo quería siempre más, y vos… ah… vos,

eternamente dabas el lánguido néctar

con gemidos de selváticos recuerdos.

La más profunda oscuridad o la luz solar

albergaban el  torbellino oscuro que nacía,

crecía y moría, en esas mismas paredes

que supieron condensar el universo.

Un regreso

 Resurjo de pechos furtivos

en algunas siestas ambarinas,

con aromas de alfalfa en flor

y ventanillas de distancias.

Un ácido aroma de harapos,

tenaz como exilio obligado

habla de lejanas renuncias

mientras me moja de sombras

mordiendo todo el invierno.

Entonces. sin inquietud alguna.

rapiño como premio un regreso.



viernes, 11 de junio de 2021

Naderías

 


Leo naderías en la oscuridad,

triturando la última voluntad

y un vino hecho de hojas secas.

Se filtra una confidencia ajena,

precisa como una biblia parlante

que escarba el lugar del sueño.

Allí invoco dioses de las tinieblas

al calor de sortilegios paganos.

El silencio marginal echa raíces,

solo es un huésped inabordable

alojado en la cima de mi espalda.

La noche misma es tu ausencia

bordando soledades y recuerdos.

El norte se derrumba en mi mano,

mientras, rastros de espinas ocultas,

convierten la espera en un fastidio

que tiembla como una esperanza.

martes, 8 de junio de 2021

Era de noche...

 De manera nada estrepitosa,

vivimos la ventura agigantada

del último empujón final.

Haciendo gestos, mostrando ganas,

nos hundimos en misterios,

arrastrando la aguda pisada

por el territorio de la ausencia.

Un andar al que no volveremos,

ni en la irreverente necesidad

de nuestras cicatrices desnudas.

Logramos desclavar la piedad

al peregrinar por otras alcobas.

Sin estridencias nos vimos partir,

midiendo  el peso exacto del silencio.

Fue hace un año, llovía, era de noche.




 

jueves, 3 de junio de 2021

Telaraña

 


Húmedos abecedarios caen,

la nube subsiste sin palabras.

Un trueno despierta la siesta,

la fiebre enamora al horizonte

subiendo, lenta, unos grados.

Gotas de agua conquistan la piel,

la oreja husmea claves para dudar.

El lecho, trampa sin clemencia,

parece envuelto en hojas, polvo,

y garras ásperas hechas de fuego.

Duro recobrarse en esa telaraña,

al final, lo que se creía simple alergia,

se desató en solidez de bronquitis.

miércoles, 2 de junio de 2021

Mi costilla en su lugar

 

Una desnudez se anida en la garganta

como una trampa para no decir nada.

Pienso que quererte no fue buena idea,

habré tenido razones para no amarte,

pero nada hay que me las recuerde.

Hoy me ensordece la pulpa del silencio.

Cuando ando, diría que bostezan las puertas

y vuelvo a sentir mi costilla en su lugar

mientras leo a Proust y escucho a Strauss.

Tal vez mañana pinte libélulas verdes

y vuelva a traicionamos mutuamente

navegando la abundancia del desamor,

o tal vez, arme algún que otro rompecabezas.

Esos que tienen fantasmas desgarrados.

martes, 1 de junio de 2021

Destejiendo tiempos

 


Tu palabra desteje tiempos.

En algún rincón, parpadeando,

la rutina anida en dos o tres

cajoncitos deshilvanados.

Allí, ayer, la ropa húmeda,

como un ramo de penas viejas,

mostraba su desamparo.

Llueve y tu perfume es historia,

historia prófuga de sí misma,

sin pasado ni límites precisos.

Una intemperie que cobija

 amarillos otoños sin verbos,

mientras tus palabras siguen,

en algún lugar, destejiendo tiempos.

Ilustración "Woman knitting" - Ai-Mitsu



domingo, 30 de mayo de 2021


 

Frente a la casa había un potrero, después del potrero más casas, y después de las casas, la salita velatoria.

Era pequeña, no mas de tres metros por seis, a lo sumo. Una sola puerta, dos ventanucos en el frente, una ventanita hacia el fondo, seguramente de un baño, esta de vidrio biselado, la otras con ángeles encastrados en el vitraux (vitro, con la o tirando a u, diría la maestra de francés), techo a dos aguas, paredes alguna vez pintadas de crema y en la punta del techo una cruz.

Nada, una salita como cualquier otra salita, en lugar de salita podría haberse dicho que era una habitación, o un cuarto para guardar herramientas o lo que sea. Pero no, era la salita velatoria, y esta palabra, velatoria, le regalaba un halo de misterio y curiosidad.

¿Por qué? ¿Porque allí se velaban a los muertos, porque otra cosa sino? Y los muertos, en la infancia son una cosa seria. Seria y desconocida, sobre todo para los que no teníamos que guardar ningún riguroso luto hasta ese momento.

Se morían los de otros, casi siempre los viejos, alguna que otra vez un vecino, como el marido de la maestra gorda que un día apareció duro en el asiento de su Škoda modelo 60, auto feo si los hay.

Si, sabíamos que la muerte andaba dando vueltas por allí y que dos por tres se cargaba a alguien, pero ¿Qué era un muerto? ¿Quién había visto a un muerto? Nadie y lo que no se ve, pero se sabe que existe (por mas que los muertos ya no existen) siempre trae curiosidad.

Tardes enteras se perdían tratando de darle alguna forma, alguna imagen a un muerto. Es lo mismo que cuando tu viejo mata un pollo o una gallina… se queda duro, quieto y listo, opinaban algunos. Otros, los que iban al colegio de los curas, aseguraban que no era lo mismo, un pollo no tiene alma, los muertos si, bueno, ya no la tienen, pero antes la tuvieron, por eso no es lo mismo.

Días y días de discusiones profundas, llevadas a cabo con una seriedad asombrosa y con certezas totalmente discutibles, pero que eran afirmadas como si fueran santa palabra.

Que la amiga de mi tía, la que vive en el centro, un día dijo que ese tipo que se murió en el hospital, mientras lo velaban se puso a toser, porque no estaba muerto parece, pero que después si se murió y no tosió más.

Que dijeron que, en la noche, en la salita velatoria se escuchan voces y se prenden y apagan las luces, eso lo dijo el mecánico que vive frente a la salita, que el no tiene miedo, pero que su señora si y los hijos ni te cuento.

Historias, ciertas, inventadas, oídas de alguien que a su vez la oyó de otro iban aumentando día a día, semana a semana, la necesidad de saber que era un muerto.

¿Y qué mejor lugar para encontrar un muerto que la salita velatoria? Si, ya se… el cementerio, pero en el cementerio no hay un muerto…. Hay muchos muertos y no vaya a ser cosa que alguno no este todavía del todo muerto y se haga el vivo.

Lo mejor es la salita velatoria, si hay un muerto va a ser uno solo, dos no caben y un muerto muerto no puede hacer nada.

El argumento era válido y tenía la suficiente contundencia como para que lo intentáramos algún día. Algún día que siempre se postergaba porque aparecían otras urgencias repentinas.

Hoy no puedo porque tengo mucha tarea… a mi vieja se le ocurrió que la ayude a limpiar la casa… hoy no, viene mi primo y tengo que jugar con él… excusas nunca faltaban… pero también debían tener un límite, porque el que no ponía excusas ese día, sacaba chapa de valiente y el que encontraba un pretexto para no ir, sufría el bochorno de ser un miedoso.

Hasta que un día las evasivas no fueron aceptadas mas y el grupo decidió que ese era el mejor momento para ir hasta la salita velatoria, ver un muerto y sacarse todas las dudas.

Era la media tarde cuando los cinco, el Gordo, los hermanos Sosa, Chiche y Chichin, mi hermano y yo, nos lanzamos camino a la misteriosa salita. Cruzamos el potrero, las cuatro o cinco hileras de casas las bordeamos por una calle de tierra, entreteniéndonos en tirarles piedras a los lagartos y lagartijas que aprovechaban el sol del verano y por fin llegamos hasta el frente mismo de la salita.

La puerta estaba cerrada, al parecer por ese entonces nadie se moría de tarde, todos lo hacían de noche. Las ventanas con sus ángeles enclaustrados no dejaban ver nada hacia adentro, caminamos hacia la parte de atrás, donde estaba la ventanilla que seguramente era del baño.

Era una ventanita chiquita, a medio abrir, dejando  un espacio apenas suficiente como para que pudiese pasar un niño, pero no uno grande, por lo que el Gordo quedó descartado de cuajo, imposible que pasara por allí, mi hermano y yo éramos de los más altos, no estábamos seguros de poder atravesar la ventanita, pero si podíamos ayudar a quien pudiese pasar a alcanzarla, ya que estaba casi a dos metros del suelo, así que solo quedaban Chiche y Chichin Sosa y de los dos, el mas chico Chichin, parecía el indicado.

Todos estuvimos de acuerdo en que era el elegido y en base a amenazas, promesas y medio de prepo, ayudamos a que venciera su medrosa resistencia y permitiera que lo alzáramos hasta esa prometedora aventura que nos sacaría de nuestras dudas.

Lo escuchamos caer dentro de la salita y comenzamos a atormentarlo con preguntas…. Que ves… que hay…. Viste al muerto…

¡¡¡Que carajo están haciendo aquí!!! Nos asustó la voz del mecánico y solo se nos ocurrió salir corriendo y el que más rápido lo hizo fue el Chiche Sosa, que se olvidó por completo que su hermano había quedado dentro de la salita.

Corrimos hasta llegar al potrero y allí, agitados nos dimos cuenta del lío en que estábamos… Chichin Sosa no iba a poder salir por su propia cuenta de la salita y de nosotros ninguno se animaba ni a volver ni a decirle nada a nadie por temor al seguro castigo que íbamos a recibir.

No habrán pasado mas de diez o quince minutos, que a los cuatro nos pareció una eternidad, cuando lo vimos venir al mecánico con el Chichin Sosa de la mano y llorando.

Lo había escuchado gritar dentro de la salita y lo ayudó a salir.

Cuando el mecánico se fue después de retarnos y amenazarnos con contarle todo a nuestro padres, rodeamos al menor de los Sosa para que nos contara si había visto o no al muerto.

Solo vi un inodoro y esa cosa para mear parados, no pude salir del baño, dijo, la puerta estaba cerrada, la empujaba y no abría.

Los cinco tuvimos que esperar mucho tiempo para poder saber lo que era un muerto, pero ya no interesaba.

Vuelve a pasar

 Olvidar no es sencillo.

Los pájaros insurreccionan

verbos del pretérito

y escriben con aerosol

cartas en las sábanas.

El olvido es como chocolate,

su gustillo persiste

aun cuando no queda nada.

Nunca pacta treguas

en su travesía vertical,

mira de soslayo y desaparece.

No se puedo olvidar

al olvido, siempre vuelve a pasar.