De manera nada estrepitosa,
vivimos
la ventura agigantada
del último
empujón final.
Haciendo
gestos, mostrando ganas,
nos
hundimos en misterios,
arrastrando
la aguda pisada
por el
territorio de la ausencia.
Un
andar al que no volveremos,
ni en la
irreverente necesidad
de
nuestras cicatrices desnudas.
Logramos
desclavar la piedad
al peregrinar
por otras alcobas.
Sin
estridencias nos vimos partir,
midiendo
el peso exacto del silencio.
Fue hace
un año, llovía, era de noche.
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