La incertidumbre
en la
punta de la lengua.
Saborea
primero,
luego devora.
Lentamente,
digiere
deseos que manan
más
arriba
del
pecho y de los hombros,
o más
abajo
de la
cintura que se arquea.
Intacta,
la sed
no se agota nunca,
se
acrecienta,
perpendicular
a los labios
impacientes,
por no
morir de sed.
Clandestino,
desde
el fondo, el espejo sonríe,
cómplice,
con una
sonrisa inventada.