A
veces, por las noches,
un
gato se larga por los techos.
Se
parece a mí,
como
ese perro que husmea
la plenitud
de la luna.
No hay
qué hacer, sino esperar
que olor
de los gladiolos
se
decida venir a visitarme.
Después,
los silencios se adueñan
de las
arrugas y mi garganta.
Es el
parto de una sombra que regresa
huyendo
del gato de los techos,
buscando
los círculos solitarios
con
los que el perro desteje el tiempo.
Por
eso prefiero las mañanas.
Letras que describen perfectamente una brillante imaginación poética. Elsa
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