Discúlpeme, me encuentro perdido.
Desorienté el camino que deseaba
en la profundidad de esos, sus ojos.
Me ensordece el acuoso sonido
que con su parpadear produce,
y es casi una cuestión de piel
el tener que confesarle, sin rubor,
que anhelo conocer con cual dulzura
se desayuna su lengua anónima.
Quisiera, despierto, probar la coartada
que esgrime en su confesión
para no reconocerse responsable
de tener en su haber mi extravío.
Atrapado en esta agonía de deseos,
desorientado en el círculo de su silencio,
aguardo impaciente me dé un indicio,
para transitar, tan pronto como pueda,
el destino que me quite de este desvarío
y me permita arribar, solícito, a su corazón.