trabajo
en una historia de brisas,
de
invisibles peces y de símbolos,
ausente
en un viaje de catálogos.
Me presento
tal como soy: humano,
para
quien ambicione conocerme,
y a la
vez confusión y transparencia
para
los que disgustan el tratarme.
Completa
erupción de plenos vacíos,
cargando
un andamiaje de verbales
reliquias
y volátiles penas taciturnas.
Soy un
árbol de raigón profundo,
que
culmina en alas palpitantes
y
florece en versículos invasores,
esperando
la poda o tal vez la tala
que
arranque el moho usurpador
que
opaca la memoria tempestuosa.
Mientras
tanto y hasta que se dicte
el
veredicto, exiliado de mí mismo
la
faena es durar en el crudo invierno.
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