El tiempo, ese guiño
suelto
bajo la lluvia,
que se
deshilacha
sin preguntar
nada,
se da media
vuelta
cuando
te abandonas
entre tus
esquinas
veladas
de nostalgias.
Algo
así como un soplo
que no
puede escapar
al
precipicio de la duda.
Camuflada
en tu piel
te
escarbas, rumiante,
cien
vendajes vacilantes
con
que fabrica un volcán
el
fantasma de los celos.