Desde el campo un olor de vida
enciende la magia del sereno vivir.
El viento aroma a flores silvestres,
a pasto creciendo en suave pureza,
prodigio determinado, real y simple,
de semillas germinando con aplomo
en un ruidoso silencio enérgico, activo.
Miles de cosas sin poder ver viviendo,
como ese ramaje que habita pleno
de hojas, insectos y aves pululando.
Allí, en ese entorno solo soy humo,
corrompido torbellino citadino, pidiendo
que mis oídos calmen el tonante ruido
de tanto cemento, multitud y fatigo
que a diario sacude con sus gritos
el espacio urbano en que yo habito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario