Como un poniente gran sol,
de locura desbordado,
y acaso en un ruego tierno,
alegre, deleito mi oído
en una ceguera luminosa
que trasciende todo milagro
cuando tu sombra yace,
fresca y levemente fragante,
en el descaro de mi almohada.
Hay momentos en que me siento hurgador de letras muertas, alquimista de consonantes, carpintero de vocales, constructor de palabras sueltas que solas se arman en papel. Y hay momentos en que solo me veo equilibrista de mis pensamientos, sin poder volcar en la pluma frase alguna que refleje la tumultuosa volatilidad de mis alocados sentimientos. Y hay momentos en que me basta pronunciar por lo bajo tu nombre,para saberme vivo. Entero
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