Encuadrarse frente a la luz verde,
desde adentro, cerrar los parpados,
sonreír con indolencia de leyenda.
Rememorarse en un rosado lavado,
mentalmente repasar si, a tiempo,
la nariz fue empolvada y los labios
untados de fieles ángeles guardianes.
Listo, ya todo está prolijamente listo.
Solo resta esperar el sonido del flash.
Y logramos entrar a una teñida eternidad
de pixeles con diafragma y foco único.
Luego, a lavarse bien la cara y
sonriendo,
volver la realidad sin filtros de todos
los días.
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