El miedo tiene zarzas y desgarros,
es un ángulo que penetra la noche,
incordura volcando molestas hieles.
Voluptuoso y sutil junco envenenado,
murmullo de silencio absoluto y total.
Cáliz que encierra en sus márgenes
el fondo de un lugar donde dolerse.
Su espuma sabe a borrasca y brebaje
de sabor desconocido e inclemente.
Pero es solo miedo, trepidante y falsa
ignorancia ante lo oscuro o lo incierto,
complejo existencial de lo impreciso.
Endeble manantial que se evapora
si uno se anima a abrir y cerrar puertas,
retozando en la válida y única aventura
de sacudirse la modorra de la vida.
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