domingo, 30 de mayo de 2021


 

Frente a la casa había un potrero, después del potrero más casas, y después de las casas, la salita velatoria.

Era pequeña, no mas de tres metros por seis, a lo sumo. Una sola puerta, dos ventanucos en el frente, una ventanita hacia el fondo, seguramente de un baño, esta de vidrio biselado, la otras con ángeles encastrados en el vitraux (vitro, con la o tirando a u, diría la maestra de francés), techo a dos aguas, paredes alguna vez pintadas de crema y en la punta del techo una cruz.

Nada, una salita como cualquier otra salita, en lugar de salita podría haberse dicho que era una habitación, o un cuarto para guardar herramientas o lo que sea. Pero no, era la salita velatoria, y esta palabra, velatoria, le regalaba un halo de misterio y curiosidad.

¿Por qué? ¿Porque allí se velaban a los muertos, porque otra cosa sino? Y los muertos, en la infancia son una cosa seria. Seria y desconocida, sobre todo para los que no teníamos que guardar ningún riguroso luto hasta ese momento.

Se morían los de otros, casi siempre los viejos, alguna que otra vez un vecino, como el marido de la maestra gorda que un día apareció duro en el asiento de su Škoda modelo 60, auto feo si los hay.

Si, sabíamos que la muerte andaba dando vueltas por allí y que dos por tres se cargaba a alguien, pero ¿Qué era un muerto? ¿Quién había visto a un muerto? Nadie y lo que no se ve, pero se sabe que existe (por mas que los muertos ya no existen) siempre trae curiosidad.

Tardes enteras se perdían tratando de darle alguna forma, alguna imagen a un muerto. Es lo mismo que cuando tu viejo mata un pollo o una gallina… se queda duro, quieto y listo, opinaban algunos. Otros, los que iban al colegio de los curas, aseguraban que no era lo mismo, un pollo no tiene alma, los muertos si, bueno, ya no la tienen, pero antes la tuvieron, por eso no es lo mismo.

Días y días de discusiones profundas, llevadas a cabo con una seriedad asombrosa y con certezas totalmente discutibles, pero que eran afirmadas como si fueran santa palabra.

Que la amiga de mi tía, la que vive en el centro, un día dijo que ese tipo que se murió en el hospital, mientras lo velaban se puso a toser, porque no estaba muerto parece, pero que después si se murió y no tosió más.

Que dijeron que, en la noche, en la salita velatoria se escuchan voces y se prenden y apagan las luces, eso lo dijo el mecánico que vive frente a la salita, que el no tiene miedo, pero que su señora si y los hijos ni te cuento.

Historias, ciertas, inventadas, oídas de alguien que a su vez la oyó de otro iban aumentando día a día, semana a semana, la necesidad de saber que era un muerto.

¿Y qué mejor lugar para encontrar un muerto que la salita velatoria? Si, ya se… el cementerio, pero en el cementerio no hay un muerto…. Hay muchos muertos y no vaya a ser cosa que alguno no este todavía del todo muerto y se haga el vivo.

Lo mejor es la salita velatoria, si hay un muerto va a ser uno solo, dos no caben y un muerto muerto no puede hacer nada.

El argumento era válido y tenía la suficiente contundencia como para que lo intentáramos algún día. Algún día que siempre se postergaba porque aparecían otras urgencias repentinas.

Hoy no puedo porque tengo mucha tarea… a mi vieja se le ocurrió que la ayude a limpiar la casa… hoy no, viene mi primo y tengo que jugar con él… excusas nunca faltaban… pero también debían tener un límite, porque el que no ponía excusas ese día, sacaba chapa de valiente y el que encontraba un pretexto para no ir, sufría el bochorno de ser un miedoso.

Hasta que un día las evasivas no fueron aceptadas mas y el grupo decidió que ese era el mejor momento para ir hasta la salita velatoria, ver un muerto y sacarse todas las dudas.

Era la media tarde cuando los cinco, el Gordo, los hermanos Sosa, Chiche y Chichin, mi hermano y yo, nos lanzamos camino a la misteriosa salita. Cruzamos el potrero, las cuatro o cinco hileras de casas las bordeamos por una calle de tierra, entreteniéndonos en tirarles piedras a los lagartos y lagartijas que aprovechaban el sol del verano y por fin llegamos hasta el frente mismo de la salita.

La puerta estaba cerrada, al parecer por ese entonces nadie se moría de tarde, todos lo hacían de noche. Las ventanas con sus ángeles enclaustrados no dejaban ver nada hacia adentro, caminamos hacia la parte de atrás, donde estaba la ventanilla que seguramente era del baño.

Era una ventanita chiquita, a medio abrir, dejando  un espacio apenas suficiente como para que pudiese pasar un niño, pero no uno grande, por lo que el Gordo quedó descartado de cuajo, imposible que pasara por allí, mi hermano y yo éramos de los más altos, no estábamos seguros de poder atravesar la ventanita, pero si podíamos ayudar a quien pudiese pasar a alcanzarla, ya que estaba casi a dos metros del suelo, así que solo quedaban Chiche y Chichin Sosa y de los dos, el mas chico Chichin, parecía el indicado.

Todos estuvimos de acuerdo en que era el elegido y en base a amenazas, promesas y medio de prepo, ayudamos a que venciera su medrosa resistencia y permitiera que lo alzáramos hasta esa prometedora aventura que nos sacaría de nuestras dudas.

Lo escuchamos caer dentro de la salita y comenzamos a atormentarlo con preguntas…. Que ves… que hay…. Viste al muerto…

¡¡¡Que carajo están haciendo aquí!!! Nos asustó la voz del mecánico y solo se nos ocurrió salir corriendo y el que más rápido lo hizo fue el Chiche Sosa, que se olvidó por completo que su hermano había quedado dentro de la salita.

Corrimos hasta llegar al potrero y allí, agitados nos dimos cuenta del lío en que estábamos… Chichin Sosa no iba a poder salir por su propia cuenta de la salita y de nosotros ninguno se animaba ni a volver ni a decirle nada a nadie por temor al seguro castigo que íbamos a recibir.

No habrán pasado mas de diez o quince minutos, que a los cuatro nos pareció una eternidad, cuando lo vimos venir al mecánico con el Chichin Sosa de la mano y llorando.

Lo había escuchado gritar dentro de la salita y lo ayudó a salir.

Cuando el mecánico se fue después de retarnos y amenazarnos con contarle todo a nuestro padres, rodeamos al menor de los Sosa para que nos contara si había visto o no al muerto.

Solo vi un inodoro y esa cosa para mear parados, no pude salir del baño, dijo, la puerta estaba cerrada, la empujaba y no abría.

Los cinco tuvimos que esperar mucho tiempo para poder saber lo que era un muerto, pero ya no interesaba.

Vuelve a pasar

 Olvidar no es sencillo.

Los pájaros insurreccionan

verbos del pretérito

y escriben con aerosol

cartas en las sábanas.

El olvido es como chocolate,

su gustillo persiste

aun cuando no queda nada.

Nunca pacta treguas

en su travesía vertical,

mira de soslayo y desaparece.

No se puedo olvidar

al olvido, siempre vuelve a pasar.



jueves, 27 de mayo de 2021

Un vaivén repleto de mareas

 


Lo imaginado, comenzaba

en lo opaco de tu puerta

y esos dos perdurables

escalones de mármol gastado.

Entonces me detenía a gozar

la intensa leyenda de verte,

al borde de la pesquisa,

miraba la higiene de mis uñas

y medía  las pretensiones

de todo lo que iba a venir.

Solo en ese momento, controlando

el desorden entre mis piernas,

descubría que podía llamarte

con breves golpes a tu puerta.

Aguardaba, inmóvil como la razón,

oír tus pasos de gata sin fuerza,

sabiendo que esa indolencia

me condenaría a la alevosía

de derramarme en tu perfume,

a la demolición emocional

de llegar al límite donde ondula

 la locura y sus otras ventajas

hasta la  transparencia del alba.

Después, después solo era bajar

de a uno en uno esos dos escalones,

mirarte mientras me decías adiós,

hasta que la opaca puerta de madera

atoraba un vaivén repleto de mareas.

miércoles, 26 de mayo de 2021

Dos soledades

 La torcaza miró al helecho

en el centro de su huida

por los andamios de la vida

buscando abismos y cimas.

En la orilla de las sombras,

el helecho no la miro. Siguió

con su espesura y el sonido

de la lluvia que, tenue, lo rozaba.

Cual si fueran dos fantasmas

tejieron una red de apatía,

vacía de toda inútil promesa.

Solo eran dos soledades

en lo íntimo del crepúsculo.


Ilustración: "Dos soledades" - Carlos Turren


jueves, 20 de mayo de 2021

Bucolico


 Sobre los corcovos del horizonte,

rompe su lomo una luminosidad

apasionada como una  hoguera

con la fuerza de un corazón rebelde.

En distancia los perros consuelan

el humo herido que deja la noche.

Como flechas sobre el campo, brotan

rasgos del remoto oficio de iluminar.

Los cuerpos resignados de los girasoles

desenvuelven telas de araña y giran

hacia el este con su aliento de libertad.

Libertad encadenada al aire contiguo

del surco, rasguño que siempre somete.

El viento respira en su caja de cristal,

lento, se va eviscerando el hilo terco

de las viejas tristezas, dueñas de la noche.

El aroma sutil de lo silvestre despierta,

y abriga su mentón en torno a mi silencio.



miércoles, 19 de mayo de 2021

Abundante y fugitivo

 Yo he amado a quienes,

expulsadas de la belleza,

exhalan en la tarde

su perversa hermosura.

He logrado amarlas

en la falda de un muro,

con su fuego secreto

quemándome la sangre,

espesa, en su ingenua travesía,

rebalsando los cálices

con alientos que empujan

sin trapecio ni red.

En ellas he sucumbido

a la rebelión de la lindeza.

Así,  pausado y alargado,

regresé al páramo imperfecto

de mis propios laberintos,

cansado de salir y entrar a la vida

con alaridos de impotencia.

Ese ha sido el cuerpo que ocupo,

abundante y fugitivo,

en la efímera hora de solo ser

apenas  breve bruma.



martes, 18 de mayo de 2021

Por fin

 


Como un escalofrío morado,

(andrajo de insomnios),

varias esquirlas de congojas

bordean la negra curva

que trazan, obsesivos, sus ojos,

hasta tropezar con los míos

cegando mi existencia.

Allí descubro que, por fin, vivo.

lunes, 17 de mayo de 2021

Contra vida

 Un azul suburbano

despinta la nostalgia de la tarde.

Desprendido del tiempo,

el aliento clandestino

de los agujeros del alma,

languidece sin tregua ni límites.

La luna, recién asomando,

acuna malabares por los adoquines.

Ahora es apenas un domingo,

que columpia sus horas

con un desapego de no quedarse.

El viento besa

espejismos de espumas fugaces.

Huele a canela y sándalo el aire,

y se repliega en esos huecos imposibles

donde nos seguimos viendo.

en la contra vida del silencio.



sábado, 15 de mayo de 2021

Si el ojo tuviera ganas

 


Vemos las cosas

como si fueran ajenas.

Una venda suave

oculta, al ojo desganado,

el camino repetido

que va, con el viento,

desde las cosas

a esos, los mismos ojos.

Niebla y rocío

disfrazados de ayeres,

muerden en el talón

eso de mirar y nombrar.

La raíz del verde,

una fila de sombras,

las caras anónimas,

la mano en el hombro,

y las ventanas tapiadas.

Las cosas frente los ojos,

y todo un azul de inmensidad.

Si el ojo tuviera ganas.

jueves, 13 de mayo de 2021

Simplemente este

 A veces, me pregunto

si quise ser este.

Metáfora elegante

de eterno retorno,

andador de  andenes,

clandestino relámpago.,

falsa y pálida utopía

de un recuerdo carmesí.

Entonces, veo que nunca

compartiré el sabor

de las maduras amapolas,

ni el agua bendita

me vestirá en la tarde

de apacible azul.

Y eso, solo por ser este,

amable delirante

de sonrisa guardada

y corazón dilatado,

verdugo de días tiernos

y una sola herida errante:

el ser simplemente este.



miércoles, 12 de mayo de 2021

Derrumbado

 


Distorsiona su nombre,

lo niega.

Aspira su memoria

de ancestro

soñando olores

y pájaros

que no llega a ver.

Sus ojos,

amarrados a lo perdido,

viajan al miedo

de infancias tristes.

A ese vino,

 Lento, de esquina gris

que no colma

las grietas vacías de miel.

Tose ronco

la sombra de su impostura,

y espera

que el día dilapide

la sobredosis

de horas acumuladas.