Lo
imaginado, comenzaba
en lo
opaco de tu puerta
y esos
dos perdurables
escalones
de mármol gastado.
Entonces
me detenía a gozar
la
intensa leyenda de verte,
al borde
de la pesquisa,
miraba
la higiene de mis uñas
y
medía las pretensiones
de
todo lo que iba a venir.
Solo en
ese momento, controlando
el
desorden entre mis piernas,
descubría
que podía llamarte
con
breves golpes a tu puerta.
Aguardaba,
inmóvil como la razón,
oír
tus pasos de gata sin fuerza,
sabiendo
que esa indolencia
me
condenaría a la alevosía
de
derramarme en tu perfume,
a la demolición
emocional
de
llegar al límite donde ondula
la locura y sus otras ventajas
hasta
la transparencia del alba.
Después,
después solo era bajar
de a
uno en uno esos dos escalones,
mirarte
mientras me decías adiós,
hasta
que la opaca puerta de madera
atoraba
un vaivén repleto de mareas.
Excelente poeta um abraço!
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