Como
un escalofrío morado,
(andrajo
de insomnios),
varias
esquirlas de congojas
bordean
la negra curva
que
trazan, obsesivos, sus ojos,
hasta
tropezar con los míos
cegando
mi existencia.
Allí
descubro que, por fin, vivo.
Hay momentos en que me siento hurgador de letras muertas, alquimista de consonantes, carpintero de vocales, constructor de palabras sueltas que solas se arman en papel. Y hay momentos en que solo me veo equilibrista de mis pensamientos, sin poder volcar en la pluma frase alguna que refleje la tumultuosa volatilidad de mis alocados sentimientos. Y hay momentos en que me basta pronunciar por lo bajo tu nombre,para saberme vivo. Entero
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