tercas
y taciturnas,
en
veda de caricias,
como carne
pulsativa,
hurgan
en el viento
distancias
que bostezan
la
solitaria estupidez
de
fatales errores.
Cavan las
uñas lo hondo
de
aquello que duele,
y se
cuelgan del silencio
atrapadas
en nudos
de sombras
entrecortadas
como mudos
puertos.
Ancestral,
vuelvo en lluvias,
pero
ya todo es en vano.