¡¡¡Ah!!!
esas paredes llenas de apéndices,
que
como sigilosos grilletes impedían
que tu
cuerpo se minimizara y huyera
del
abrazo que te estrujaba y disgregaba
en los
elásticos márgenes de las caricias.
Esas
paredes impedían la falsa resistencia
de tu
avidez por defender lo que entregabas.
Por
cauces sin cuidado surgían ansiosos
desmayares
de artificio y necesidades.
Yo
quería siempre más, y vos… ah… vos,
eternamente
dabas el lánguido néctar
con gemidos
de selváticos recuerdos.
La más
profunda oscuridad o la luz solar
albergaban
el torbellino oscuro que nacía,
crecía
y moría, en esas mismas paredes
que
supieron condensar el universo.
Ay!!! paredes! y qué paredes! Bello poema, expresivo y sensual. Buen día frío.
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