Húmedos
abecedarios caen,
la
nube subsiste sin palabras.
Un
trueno despierta la siesta,
la
fiebre enamora al horizonte
subiendo,
lenta, unos grados.
Gotas
de agua conquistan la piel,
la
oreja husmea claves para dudar.
El
lecho, trampa sin clemencia,
parece
envuelto en hojas, polvo,
y garras
ásperas hechas de fuego.
Duro
recobrarse en esa telaraña,
al
final, lo que se creía simple alergia,
se
desató en solidez de bronquitis.
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