Vemos
las cosas
como si
fueran ajenas.
Una
venda suave
oculta,
al ojo desganado,
el camino
repetido
que
va, con el viento,
desde
las cosas
a
esos, los mismos ojos.
Niebla
y rocío
disfrazados
de ayeres,
muerden
en el talón
eso de
mirar y nombrar.
La
raíz del verde,
una fila
de sombras,
las
caras anónimas,
la mano
en el hombro,
y las
ventanas tapiadas.
Las
cosas frente los ojos,
y todo
un azul de inmensidad.
Si el
ojo tuviera ganas.
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