El aire entrecortado,
pesado,
inabordable.
Sillas
viejas mirando
del
vacío su función.
En la
mano la nube,
presente,
casi invicta,
del
arrabal de los años.
La
nocturnidad recuerda
una
joven novia antigua,
un
querer entre otros,
que se
desgaja lenta
en el
vaho del espejo.
Llueve,
y habla con la lluvia,
viajera
vagabunda,
de
escenarios irreales
Muerde
el silencio
un
determinado aroma,
vestigio
de algún vino
o de
cosas del olvido.
La
tristeza lo derriba
como
culpa o profecía,
mientras
su sombra
metálica
se duplica
por la
sorda habitación.
bellas sonoras palabras encadenadas en susurro a través del cerro no aislado
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