Crucé
la sombra de alguien que ha tiempo espero,
a
contraluz, su perfil inundó de luces mi mirada.
Inmóvil
en los puntos suspensivos de la sorpresa,
pretendí
localizar la geografía de su cuerpo,
pero,
crueles mis ojos, hallaron más fácil el encontrar
alfileres
en la hierba que el atisbo de su presencia.
Apuñalado
por la intriga, hurgué en la ausencia,
descifrando
los garabatos reflejados en la calle.
Tras
una puerta verde se escabullo la realidad perdida,
velándome
la posibilidad de despejar la duda.
A
pesar de todo, no me resigne a adioses no
dichos,
arranqué
de mi cuerpo la recién germinada flor,
y
caminando hacia el final, donde brilla el día
le
encomendé, en el umbral de la verde puerta,
le
recordara que la espero desde toda la vida.
Precioso poema que lo comparo con un laberinto verde de arbustos pequeños. Lo que todavía no logré encontrar, es la salida de ese laberinto.
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