Por aquí ya nadie viene,
nos ha inundado el hastío.
Sobran crónicas de exilios.
Primero se fue, callada, la mar.
Amanecí un día y solo reparé
el acantilado totalmente vacío,
y la mar se llevó los peces,
y los pájaros y las algarabías
de los pescadores en sus redes.
Luego partió, oscuro, el suelo
y el aire se pobló de azufre,
los caminos se ahogaron yermos
de polvo, cenizas y escombros,
se evaporaron árboles, flores,
durazneros y todo ser vivo.
Finalmente el cielo inició su partida,
despojando al universo
de amaneceres, nubes, estrellas
y la posibilidad de tener sueños.
Luego de eso, solo quedó este aquí
por el que ya nadie viene,
frente a un mar hoy ausente,
bajo un cielo que es infierno,
en un suelo condenado al destierro.
Muy hondo perduran los de abajo,
sobreviviendo a tientas,
nostálgicos, inadvertidos e inconclusos,
buscando veredas limpias en la noche ciega
y algún corazón contento.
Ilustración: "9.2.5" - David Whitlam
Triste el solo pensar de que hay soledades, abandonos, ausencias sin poder revertirlas. Pero también hay de las que tienen solución. Lo importante es saber quedarse sólo donde se encuentra o se reencuentra algo que nos hace bien y abandonar los lugares donde se encuentra o se reencuentra el dolor.
ResponderEliminarAsí me imagino yo el apocalipsis, desapareciendo todo poco a poco y quedando solo la soledad del alma que es la peor de todas.
ResponderEliminarAbrazos