miércoles, 14 de septiembre de 2016

Modorra de un pentagrama

El insolente azul de las glicinas,
como papeles mojados, sin dueño,
se posó en el patio de mi casa.
La soberbia de su perfume invade
todo, aún cerrando los ojos,
y los pétalos que caen dibujan
la modorra de un pentagrama
en las apócrifas baldosas andaluzas.
Bajan aleteando como damas andantes
meneándose por una noche oscura,
sensuales esparcen su fragancia
sobre míticas tradiciones urbanas.


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