Siguiendo la huella de algo,
en la calle de la vida un día
tropezamos, saboreando
al unísono, un mismo aire.
Embarcamos, desterrados,
un bajel con deseos de amor.
Tu portando una ternura tenue,
fragancia de pesadumbre yo.
Vivimos vértigos de gozo,
jornadas de mutuo cansancio,
agonías mínimas y serenas,
disfrutando la vaga expiación
del crepúsculo en tus senos vivos.
Mi pulso indago tu mirada, sin temer
al ocaso que ambos presentimos.
El amor yermo enfrío la noche
sin el abrigo de las viejas primaveras.
Con dulces voces de despedidas
el adiós se pobló de letanías
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