miércoles, 17 de diciembre de 2008

A la hora en que escribo

Hora, simple hora.
Ni diosa griega, ni musa del Partenón.
Solo una hora.
Incierta, hoy una, mañana otra,
Pero siempre esa misma hora,
En que los recuerdos y el mañana
Luchan por llegar,
A ser letras y papel, a quedarse,
Grabados en el hoy.
De todas formas,
Pasas incontenible, intransitable,
Entre toses de cigarrillo y bostezos de alcohol.
Mandas a las letras, que caen por la lapicera,
Y a los versos que bamboleantes surgen del coñac.
Te instalas cómoda en el sillón
De los ayeres ya vividos, y miras, impertinente,
Los mañanas de todos los hoy.
Tiránica dictas, verdades que lastiman,
Mentiras que convencen, palabras que no son.
Yo no te busco, me buscas a mi,
Y me encuentras, semidormido,
Entre la cena y el sexo, entre la cama y la comida.
Eludirte ya es inútil, sabes encontrarme.
O a la tarde, bajo el sol, en la sonrisa de la amiga.
O al no encontrar a quien yo busco,
O en el rubor de la verdad.
Estas allí.
Sos una hora mas.
Sin nombre fijo y sin tiempo detenido.
Me armas y me dominas.
Tu mandas.
Y el pobre tondo de problemas económicos,
Cuando llegas, se transforma en brazo,
Mente, lapicera, de la hora en que escribo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario