La
ventana abierta está pariendo brisas,
la
ligereza flota como un amante azul.
Guardo
la esperanza que me estés mirando
como
quien te ayudó a derribar los símbolos,
como
ese cuerpo cómplice, que te sonríe
desde
la obsesión de los propios sexos
en la
ondulada armonía de las horas juntos.
Pero
tu pupila se detiene en el vestido negro
que
se insinúa arrojado y arrugado en el sillón.
Te
preguntas porque te lo has quitado y como.
Las
apuestas de dos no siempre son para ganar.
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