Recién anoche me enteré que en ese lugar
cenaban y hacían poesía como en la década
del sesenta. Tarde, descubrí la amabilidad
de escuchar palabras con ritmo y sentido
en tanto un café
nos deja un ligero temblor
del lado de las sombras. Poética de sobremesa,
regada con vino y cerveza, oyendo como a unos
les duele la ausencia y otros dejan homenajes
a lo que está más allá de la pura niebla. Poetas
de las más informales formas, cínicos y líricos,
oscuros y nítidos tras su plato de sopa. Buscando
la entidad del silencio para oír sus propias letras
y permitirse
escuchar su voz más allá de toda
imperfección. Simplemente poesía de entrecasa.
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