En este momento es la bajamar de julio.
El sol del invierno asoma sin ninguna ilusión,
las noches pesan igual que un ancla.
El frío se acomoda en las esquinas y allí se queda,
el viento busca de puerta en puerta
un lugar donde entrar con eco tormentoso.
Telarañas melancólicas se apoderan
de ceniceros, sillas vacías y melodías sucias.
Las umbrías se confinan en los recodos
con la impaciencia de una imprevista cicatriz privada.
Las mañanas son de pavesa y desánimos,
las tardes guardan perfumes de espera inútil.
La sombra violeta de julio se extiende
por lugares
extraños y gente de abrigos enfundadas.
El invierno es un arma lenta y de doble filo,
una luz empapada en los ojos de una muchacha triste.
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