martes, 18 de julio de 2017

Usurpador

Hidalgo, enterrado en días semejantes,
con sus secretos labios malvas sellados,
asomándole la mediocridad en los bolsillos,
empeñado en cultivar espigas verdes
regándolas con el ajeno sudor colectivo,
agita tumultuoso la vertical audacia
de recordar el porvenir desnudando
el vaho de las fantasías a la distancia.
Se ve a sí mismo como disidente necesario
de los que escriben saciados de letras,
de esos indescifrables que sucumben
en el vértigo de las frases. Escucha
el letargo del idioma con la memoria varada
en el fruto de lo que va a inventar,
ese sueño que le quema el vientre y llama hambre,
con ira y sin paciencia, cuando se descubre
desconsolado usurpador de la liturgia
que encierra el secreto de hilvanar palabras.


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