Te intercambio mi corazón del niño
por una sonrisa brotada en tu rostro.
Pero se cuidadosa, no me malcríes.
Aquí sentado a tus pies, soy calmo,
No obstante si tu mohín desata despiadado
la nube ardiente, despertará la semilla
de la pasión en mi
cabeza indómita,
y querré ir por la flor que tanto gusta.
Esa, de la cual todavía desconozco
el sabor dulce amargo que regala,
pero que promete roces plácidos
que derramaran un penetrante fuego,
y ambos caeremos en un raro delirio.
Aún así y pese a todo, suplico
una sonrisa brotada en tu rostro
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