Perderme de ti,
extraviarme de nuevo,
como vendaval brusco y mudo de viento,
del cuerpo a la lengua, y regresar al cuerpo
con una lengua más
simple y gustosa,
en la oscuridad y con la elegancia de un cisne,
y mirar tus ojos que están limpios de nuevo,
fieles como el paso de una nube blanca
sobre una mullida almohada blanca.
Confortablemente
pasar toda la noche
dándonos palmaditas en la espalda y tal vez algo mas,
hasta reencontrarme
cobijado bajo tu otra mejilla
y disfrutar de la verdad oculta de tu piel,
colocando el cuerpo en una posición propicia
para oír cómo se agitan los latidos de tu corazón,
y descubrir que he estado en ti, sin perderme,
desde el principio de los tiempos.
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