Florecen mares de impudor
y yo los contemplo en tus ojos,
ojos como el agua profunda, que al mirar cautivan y
retienen.
La pulpa de tu tierna piel ondea al aire el frescor de su
almíbar
iracundo el ánimo, exagerado y ávido de placeres me
sumerjo
en el florecimiento de tu vientre, perdiendo toda trama
de razón,
y allí, sin excusas ni justificación que valga, me
declaro cautivo.
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