Más
lejos de donde había una vez,
cuando
la realidad pendía en vaivén,
con
disimulo, al borde de las raíces,
me
puse en puntas de pie preguntando
si
estaba bien quererte con prudencia.
Quiéreme
de cualquier modo, más acá
o más
allá de lo innombrable,
como
un borrón y cuenta nueva,
total,
eso no importa. El querer es pasajero,
quieto
como un gato en la chimenea,
exaltado
de identidad indócil,
una
astilla sin escrúpulos ni razón alguna.
Se
filtra por labios semiabiertos
jurando
una eternidad de segundos,
y
desaparece, ingobernable, por grietas
plenas
de infinita estupidez.
Pero quiéreme
antes del desgarro
y con
la firmeza de un par de congojas,
ya
habrá tiempo de pensar un burdo pretexto,
buscar
los zapatos debajo de la cama,
y
acercarse, milímetro a milímetro, a la puerta
que
lleva hacia el fondo de la nada y el olvido.
Hay quereres pasajeros y otros que son eternos. A veces es bueno hacer "borrón y cuenta nueva". Bonito poema.
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