La tarde escribe desvaríos
entre
los errores de tu cuerpo,
traza
zozobras en tu ombligo
y
puntos suspensivos
en el
espacio que dejan tus pechos.
Cincela,
con tránsito lento,
una
bifurcación entre tus muslos,
logrando
que un frívolo temblor
llegue
sin permiso, impetuoso,
como
un respiro que sopla desde el alma.
La
tarde y sus tiempos,
hondos
e inciertos, te desnudan
de
todas tus vergüenzas.
Abrís
los ojos para ver las huellas
que
sobre la piel dejaron sus dedos,
y descubres
los jeroglíficos
que los
deseos dibujaron en tus entrañas.
Pegajosos
borrones de abandonos
se
esparcen sobre esas otras ausencias
olvidadas
en estas tardes secretas,
en las
que el tiempo desmorona
la
carne febril y los sueños buenos.
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