Esta historia es cierta, y aunque parezca
inconclusa, tiene un final. Un final final que lo define el personaje.
Para mejor decir, lo definió la noche del 29
de diciembre de 2008, entre las 23 horas y las dos del amanecer siguiente,
luego de darse una ducha y notar una ausencia, cuando por toda respuesta
recibió un “me presta la oreja”, y comenzaron
a resquebrajarse cimientos de lo que hasta entonces parecía una sólida
construcción.
Ante el derrumbe, invadido por una extraña
calma, solo atinó a descorchar un Reserva Malbec Navarro Correa, servir dos
copones, y en silencio ver esfumarse en el sabor frutado, de taninos maduros y
final aterciopelado que el vino le ofrecía, y allí, en plena obscuridad
enfrentarse a sí mismo.
No se puso una fecha fija, pero pasados 6
años, 9 meses, y veintitantos días, cuando ya del final aterciopelado nada
quedaba y los silencios eran un continuo deambular de soledades, decidió que
era el momento.
Duda, claro que duda, en dudar está la
sabiduría, aunque esta se pierda inútilmente en laberintos de razonamientos. Y
aunque aún hoy no sabe bien cómo, si está seguro que debe terminar, debe
concluir con ese final.
No quiere, y tal vez no sabe o no puede
explicarlo, la implosión arrebata la cordura y él lo sabe, por eso, en su
último intento de buscar dejar algo, sin saber bien para que ni para quien,
decidió forjar este final que cerrará la historia.
Yo lo conozco desde hace mucho tiempo, y por
azar o porque si nomás, no quisiera no estar en este lugar, pero no siempre uno
elige donde estar.
Imposible disuadirlo, juro que lo he
intentado. Por otro lado, también entiendo que, de una u otra manera, toda
historia debe concluir de alguna manera, en su caso, las alternativas posibles
eran el desgarro incurable, lo vivió durante estos largos seis años y pico o
cerrar definitivamente su historia.
Si es que las historias se pueden cerrar,
porque toda historia tiene otros protagonistas y estos, a su manera, la siguen,
aunque no la entiendan y se pregunten los porque.
Se dice que no hay que juzgar y no juzgo, me
limito a ser su instrumento. La vida tiene misterios y él, es uno de ellos.
O era, ahora ya ni lo sé.
"La vida tiene misterios y él, es uno de ellos"...La vida tiene reveses, no he conocido un solo día en que el 100 % haya sido de felicidad. Pero el vivir cada minuto de la mejor manera está en nosotros. Muy buen relato, un poco triste, porque cada vez que se cierra una historia de amor, y más, si lo vivido fue hermoso, no cabe duda que ese cierre significa sufrimiento para ambos, o tal vez...para uno.
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