lunes, 19 de noviembre de 2018

Penosa rutina

Al atardecer, un cielo despejado
condena la salida de los recuerdos
con una quietud nostalgiosa
que vagabundea a media voz
sobre las frágiles horas del crepúsculo.
Apacible placer de sombras lilas
que rompe hechizos dentro de uno mismo.
Pasajera del tiempo, sola y desnuda,
ahonda el alma minucias del corazón.
Invade una madurez que acongoja.
Decidida, como un muro de sombras,
se escucha, cual un fuego de otoño
la voz del hombre que está sólo consigo,
exilado en medio de los otros hombres,
reinando en su reino, sobre viejos fantasmas
que ya no le conocen ni siquiera el nombre.
Apenas recuerda que una vez tuvo fuerzas,
se enamoró, vivió y albergó esperanzas.
Cansado de gritar sin voz, fatigosos los ojos,
entreabiertos en la penumbra de la mente
aguarda la hora de la cena en la penosa rutina
que establece el personal del asilo.



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