Del pan, apenas solo quedan migas,
la
masa madre, en gesto imposible,
se
abandonó en pliegues y formas,
resbalando
por el resquicio de la nada.
Las
palomas no poseen compasión,
unas
tras otra marchan murmurando
un temblor de alas y picoteos breves.
Desaparecen
las apenadas migajas
y el
tedio da un paso más sobre el suelo.
El
tiempo, en su media mitad, se llueve.
Bajo el
agua, mis manos huelen congojas.