lunes, 11 de junio de 2007

Historia de Segundo Bordon

Un día, del cual no recuerdo la fecha exacta, en un pueblo que queda en Catamarca, pero cuyo nombre no me viene a la mente, tal vez Fiambalá o Tinogasta, o quizás Palo Blanco o La Cebila, todos se semejan en su desampara y en su total ausencia temporal, en uno de esos pueblos, hace ya algún tiempo, nació Carlos Segundo Bordón.
Un Segundo, nunca Carlos, que aprendió de la escuela que era un rancho que quedaba “allá”, cuando la veía desde su burro al ir a la toma y que mas de diez no sumó por falta de dedos.
Un Segundo Bordón, ahora ya jamás Carlos, que como otros tantos Chanampas, Reynosos, Nievas, Chinchillas, Cardosos, y Bordones, dejaron el seco sol norteño, las áridas uvas y los cardones que claman al cielo con sus brazos de espinas, por un sur incierto, oleoso, frío, pero con mas vino y mas plata que allá en “la provincia”
Y Segundo Bordón fue lo que tantos, peón de boca de pozo, enganchador, baterista, hasta que un caballo viejo, cansado de recorrer de batería en batería, decidió entregar su última mirada al cielo del sur desde el alto de un cerro, y olvidándose de Segundo Bordón, se dejó caer hasta la muerte, junto a un calafate, metros abajo.
Tareas livianas, fue el calificativo que Segundo Bordón tuvo que aprender cuando se vio entre las fichas que guardaban las historias clínicas de los agentes de YPF en el hospital.
Cambiaron el nombre sus antiguos compañeros, ya no eran mas Chanampa, Sepúlveda, Salinas, Nieto, Quinteros, ahora eran 13.458, 58324, 13601, y sus esposas 13.458/1… y sus hijos 58324/2… 13601/3…/4…/10…
También cambio Segundo Bordón, su cara redonda, de luna, el día que Juana del Valle decidió hacerlo su compañero y el padre de sus cuatro hijos que no habían tenido padre, hasta que Segundo Bordón comprendió que sus ocho horas de fichero no alimentan ocho personas, una suegra que nunca comprendió como comenzó a vivir en su casa y un tío que no pudo trabajar nunca por el reuma.
Pero Juana del Valle, le dijo que iba a ser su esposa, y Segundo Bordón solo supo decir si y buscar en ocho horas extras mas la forma de que comieran todos.
Hubo días, seguro que los hubo, en que Segundo Bordón pensaba en sus cardos norteños, en el silencio de sus noches catamarqueñas, y en esa escuela rancho que queda “allá” cuando pasa en su burro.
Seguro que pensó en eso el día que la Juana del Vale, le entregó ese cuerpo chiquito de Rosa del Valle, su hija.
Así, las dieciséis horas de trabajo del siempre tranquilo Segundo Bordón, las dieciséis horas de separar historias clínicas para el consultorio del clínico, del dentista, de guardarle número a la 24765/1, esposa del Ingeniero, de no faltar un día, de no tener licencia, de no volver a la provincia, se convirtieron en la verdadera vida de Segundo Bordón, el olvidado Carlos.
Y soportaba todo, las protestas de la señora 65234/2, esposa de un técnico, los reproches de la Doctora porque tuvo que atender once pacientes en lugar de diez, las quejas de la Juana del Valle porque Rosa del Valle no le dejaba tiempo para ir “a la vecina”, las lágrimas que dejaban surcos en la sucia carita de Rosa del Valle, todo.
Porque ese año por fin, Rosa del Valle, la “Rosi” iría con el a la provincia.
Por eso tal vez, porque era tranquilo, bueno, desde la punta del pie hasta su amor por la provincia, por eso tal vez, nadie pudo entender porque esa mañana, mientras el micro de Ortiz, cruzaba el Gorosito rumbo a “la provincia”, Segundo Bordón reía frente al comisario que le preguntaba si la muerte de su hija era motivo suficiente como para que él, un hombre tranquilo, hubiese degollado a su concubina, a sus cuatro hijos, a la madre y al tío reumático.
Era motivo suficiente?

2 comentarios:

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  2. Qué fuerte! justo se me ocurre empezar por el principio, en fin, como debe ser, no? En fin, creo que nada justifica un asesinado y menos una masacre semejante! Pobre Carlos, después de todo, no creo que estuviera cuerdo.

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