domingo, 10 de septiembre de 2017

Lluvias de domingo

Estira la tarde su letargo como un pesado lagarto overo,
rumia la lluvia su tedio lagrimeando vidrios en la ventana.
A un sepulcro de lodo y agua caen amarillentas hojas,
el azote de un impasible aliento agiganta todo aislamiento.
Es domingo, día insulso y anodino. Día madurado en nadas.
La tormenta acumula escombros de antiguos recuerdos
abandonados en las trampas de lo siempre perdurable,
un hilo tenue impide que se derramen en el vacío del silencio,
enjambre que ahoga los pasos de alguna posible esperanza,
condenándola a las fronteras de una neblina de sombras.
Las palabras, como flores secas, se ahuecan sin pronunciarse.
¿Para qué hacerlo? Si todas, inevitables, llevan tu nombre.


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